𝐬𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐝𝐫𝐞𝐚𝐦𝐬 ━ 𝐬𝐡𝐢𝐬𝐮𝐢 𝐮𝐜𝐡𝐢𝐡𝐚

𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

«¿Eso era lo que se sentía ser traicionada?»

La lealtad puede ser un arma de doble filo.

Si a Shisui Uchiha le preguntaran quién tenía su lealtad incondicional, respondería dependiendo de quién formule dicha cuestión.

Lo más sencillo sería decir que estaba con la aldea, con su clan o con la policía militar que era casi lo mismo. También podría responder que era leal a sus padres, a los seres que le dieron la vida y le inculcaron la mayor parte de sus valores.

O con su mejor amigo, ese hermano a quien podía confesarle lo que lo aquejaba y que incluso pondría las manos al fuego por él si se lo pedía, algo recíproco.

Pero su lealtad estaba con dos personas en mayor medida.

Su lealtad estaba con Seina Aburame. Con esa pequeña malhumorada con la complejidad de un rompecabezas monocromático de mil piezas, pero para su buena suerte contaba con un sharingan igual de especial que ella y con una increíble capacidad para entenderla.

Pero más que nada, su lealtad estaba consigo mismo. Incluso si no tuviera sentimientos por Seina, no podía permitir que alguien pasara lo que ella.

Tenía claros sus ideales, él luchaba por la paz, por eso se esforzaba tanto y jugaba de doble agente, todo tenía un propósito. Pero nunca usaría a alguien para llegar a su objetivo.

Por eso trataba de disimular el temblor de sus manos mientras sostenía el tantō característico de ANBU, pasó saliva con dificultad y volvió a dirigir su mirada hacia el hombre causante de aquel dolor.

Porque le dolía, estaba en una encrucijada y su mente trataba de buscar cada alternativa posible para salir de esa situación. Pero la desesperación empezaba a hacer de las suyas y se reflejaba en su respiración agitada y un dolor torácico paralizante.

¿Qué tan retorcido podía ser Danzō Shimura? ¿Por qué personas como él tenían una familia?

Aunque Shisui pudo confirmar lo que alguna vez pensó, el chakra del Shimura era la cosa más nauseabunda y turbia que alguna vez vio o sintió.

Era asfixiante el solo estar en su presencia.

—¿Qué sucede? —La pregunta lo descolocó. Volvió su mirada hacia el sombrío hombre.

¿Qué sucedía? ¿De verdad se atrevía a cuestionar eso? No tenía ni un poco de remordimiento o vergüenza.

La máscara que llevaba puesta lo estaba ahogando, el calor se acumulaba en esta y la mojada sensación casi le da ganas de vomitar junto al hormigueo de sus manos. Shisui sintió la necesidad de huir, un sentimiento que llevaba tiempo sin conocer.

—Procede —volvió a ordenar Danzō y Shisui se acercó con lentitud hacia la camilla donde reposaba la razón por la que empezó todo.

No sabía qué pasó. Se suponía que Danzō estaría quieto y no actuaría debido a la investigación en curso, o eso parecía durante esos seis meses, pero de un momento al otro volvió a retener a Seina.

Seina volvió a estar postrada en esa camilla.

Volvieron a hacerle daño.

Y ahora le pedían que él siguiera con el cometido.

No estuvo presente durante toda la tortura y lo agradecía porque no sabía de qué hubiera sido capaz, pero recién llegaba por una supuesta nueva misión y lo primero que le ordenó el líder de Raíz fue aquello.

Seina estaba débil, nuevos piquetes recorrían sus brazos y su mirada estaba perdida entre el dolor. Shisui pasó saliva una vez más y su tantō brilló con el reflejo de la escasa luz, eso fue suficiente para captar la atención de la pelinegra.