𝐬𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐝𝐫𝐞𝐚𝐦𝐬 ━ 𝐬𝐡𝐢𝐬𝐮𝐢 𝐮𝐜𝐡𝐢𝐡𝐚

𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚

«Manifestaciones y un bonito obsequio»

Las cosas se fueron en picada muy rápido. La opinión pública sobre los Uchiha ya era algo conocido en cada rincón de la villa y la misma era terriblemente desfavorable debido a los rumores que empezaron a circular.

Seina tenía una idea de quién los empezó, no podía ser otro que su padre. La comidilla ya no la ponía como la desadaptada culpable de la muerte de los aldeanos años atrás, no, ahora al parecer era una víctima de los Uchiha que fue llevada al recinto en contra de su voluntad y que permanecía cautiva allí sin posibilidades de salir.

Cuando se enteró no sabía si reír por lo ridículo que sonaba.

Y no le prestó mucha importancia porque, ¿quién demonios creería eso? Pero subestimó a la población de Konoha porque fue la gota que derramó el vaso para que incluso hicieran manifestaciones en contra de los Uchiha y la policía militar, también contra el Hokage por su gestión sobre el tema.

Y lo que más le enfermó fue ver a su padre como el vocero de la última manifestación, actuando como si ella le importara y al fin reconociéndola en público como su primogénita y todo con el fin de sacar provecho de la situación. Temblaba al solo recordar el tono en la voz de Shinsō, suplicando que la dejaran volver a casa y sonaba tan lastimero que le daba asco al encontrarlo tan falso. Ya no era la misma, de haberse presentado la misma escena hace un par de años, probablemente hubiera corrido hacia su padre aún con las piernas temblando de miedo por lo que ocurriría después, pero con un atisbo de felicidad porque al fin Shinsō la estaba reconociendo y pedir que volviera a casa significaba que sí la quería, ¿no?

Lo único que Seina agradecía era que Shino estuviera a salvo y ajeno a lo que pasaba con los Nara, también dio las gracias mentalmente de que Shinsō no lo nombrara en su discurso de pacotilla. Pero sabía bien que no faltaba mucho para que empezaran a atar cabos y asumir que Shino también era hijo de Shinsō.

Aunque prefería que todos pensaran eso a saber la verdad, de que el padre del pequeño Aburame había asesinado a Shinobu y que ella lo mató a cambio.

Si Shino supiera, ¿cómo se lo tomaría?

—¿En qué piensas? —Se sobresaltó, pronto recordó que estaba en una de sus charlas nocturnas con Shisui.

Se había quedado en silencio un largo rato, tiempo que usó el pelinegro para observar su rostro perdido en el techo de la habitación. Pero Seina no contestó a su pregunta, en su lugar solo lo miró mal, o hizo el intento.

Su mirada se había suavizado con los meses, al menos con él o eso quería creer, se sentía especial pensar que era único para ella.

—Si es sobre la manifestación... No tienes que preocuparte, Fugaku-san está tratando de arreglar todo —murmuró, pero también trataba de convencerse a sí mismo.

Él sabía que las cosas no iban bien, si meses antes la idea de un golpe de estado por parte de su clan sonaba a algo lejano o hasta imposible, últimamente aquellas ideas hacían eco en las reuniones. Y Fugaku ya no las negaba.

Seina apretó los labios, le daba algo de vergüenza admitir que estaba preocupada, y no era por el sentimiento en sí, sino por la razón. Había sentido al recinto Uchiha y a sus habitantes más como una familia en los meses que llevaba viviendo ahí, que sus anteriores años de vida con los Aburame.

Todo era silencioso en el barrio de su clan, y ella apreciaba el silencio, pero llegaba un momento donde la ahogaba porque Shino y ella parecían los únicos viviendo allí y el solo aire se volvía pesado para respirar, también todo era gris y lo único que contrarrestaba esa paleta de colores era el verde del jardín en su patio. Pero en lo que más pensaba era en las personas con las que compartía apellido fuera de casa, todos eran extraños, Seina sabía que tenía otros tíos y tías además de Shibi, que tenía primos e incluso abuelos en su lado materno, pero siquiera recordaba sus rostros si es que alguna vez los conoció. En su clan todos eran ajenos al otro, no convivían más allá de la cordialidad de un 'buen día' y eso era mucho decir.