20. Caníbal.

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JUDITH

Ya es viernes, y aunque hoy no me tocaba trabajar he venido un par de horas después de la universidad porque sé que Nolan está desbordado, dado que la semana que viene empiezan las dos semanas de restaurante. Nolan, mi nuevo jefe, oh... Está tan malditamente bueno que me lo comería junto a esos pasteles de crema de avellana tan deliciosos que hace con esas manos tan grandes. Bien, sé que es mayor y que mi tío me advirtió, pero mirar no es ningún pecado.

—Buenos días— me saludan tras la barra y sonrío enormemente cuando veo quien es —. Qué camarera tan guapa, ¿me pones un café para llevar?

Le sonrío a mi tío Neill para después mirar a la pequeña que hay a su lado.

—¡Buenos días, Jujud! — me saluda Jossie con entusiasmo —. ¡Yo quiero un batido de vainilla!

—Marchando.

Les pongo lo que me han pedido y añado uno de eso pastelitos de crema de avellana que antes he mencionado para mi pequeña Jossie.

—¿Qué tal tu nuevo trabajo? — pregunta mi tío.

—Mucho mejor que en el bar, aunque echo de menos a los tipos que me contaban sus desengaños amorosos— confieso riéndome —. Pero es mucho más ameno estar aquí, y más si tu jefe es tan...— miro a la pequeña y me muerdo la lengua —... amable.

—Ya— enarca una ceja, advirtiéndome con sus ojos verdes que mejor me calle —. ¿Está Nolan por aquí?

—Haciendo esos ricos pasteles— le cuento limpiando la barra —. Con esas ricas manos.

—¿Sus manos son ricas?— pregunta Jossie con inocencia y yo me río en voz baja ante la mala mirada de Neill.

—He venido para verte y para decirte que vengas a casa almorzar el domingo— dice bebiendo de su café solo, sin azúcar ni edulcorantes. Puaj. —. Emily tiene ganas de verte, hará un asado de esos de los que te gustan y he pensado que podrías venir. También Hollie.

—Genial, se lo diré.

—Muy bien, me marcho ya.

—¿Ya?

—Sí, cariño, hemos venido a saludarte. Tengo que llevar a Jossie a su clase de kárate.

—Mi pequeña karateka— la miro con diversión y ella me sonríe con amplitud. Ojalá tuviera su edad.

—Nos vemos el domingo.

—Hasta el domingo— me despido.

—¡Adiós, Jujud!

—Adiós, pequeña karateka.

Una hora después voy a la trastienda, ya es hora de irme, ha llegado Taylor —mi compañera de trabajo—, así que podrá apañárselas sin mí.

—Me marcho ya— le comunico a Nolan, que amasa una especie de... masa —. Acaba de llegar Taylor.

—Vale— asiente y alza la vista de su tarea para mirarme. Ojos azules como el mar de Australia, es tan guapo... maldita edad —. Gracias por quedarte, Jud.

—No hay de qué— me encojo de hombros, porque sé que el dinero de las horas extras también son un buen incentivo para quedarme. Aparte de esa cara y esa barba que tiene —. ¿Te las apañaras?

—Lo haré— dice riendo mientras me quito el delantal y busco mi abrigo —. Por cierto, ¿podrías venir un par de días por las noches la primera semana que abramos como restaurante? Se te cambiaría el turno, y dan buenas propinas

—Sí, no hay problema— me río por lo de las propinas mientras me pongo la bufanda. Ya va entrando el frío.

—Perfecto. Disfruta del fin de semana.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora