26. Muérdago.

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AIDEN

Quedan tres días para que den las vacaciones de Navidad. Ya hemos hecho los últimos exámenes y estos días son de adorno en la universidad. El piso lleva adornado desde el siete de diciembre por petición de Hollie, Josh y Judith. Petición a la que yo me uní para no sufrir las consecuencias de Hollie.

—Oye, tú— hablo desde la puerta de su habitación, que está abierta mientras saca el uniforme de su armario.

—¿Oye, tú?— se queja mirándome con una sonrisa —. Tengo nombre, maleducado.

—Ven aquí— le pido y deja el uniforme sobre la cama antes de acercarse —. Vaya...— miro hacia arriba localizando el muérdago que he colgado esta mañana en su puerta antes de marcharme a la universidad —. Estamos debajo del muérdago.

—¿Qué hace un muérdago ahí?— pregunta riendo y vuelvo a mirarla.

—No sé, pero parece que tienes que besarme.

—Oh, que tortura— bromea subiendo la manga de mi camiseta para poder acariciar mi tatuaje, que ya está curado —. ¿Sigues satisfecho?— vuelve a mirarme.

—Solo me falta un beso para estar cien por cien satisfecho.

Judith sonríe antes de alzarse sobre sus pies, tirarme de la nuca y besarme. Me encanta cuando sus besos son así, relajados y sensuales sin llegar a la fogosidad. Un beso que aunque sea tranquilo me vuelve loco.

—Ahora sí estoy satisfecho— sonrío en sus labios antes de dejar un último beso —. ¿Qué vas a hacer?

—Trabajar— suspira rodeando mis hombros —. Ver al jefe tan sexy que tengo— dice y bufo.

—Ya estamos otra vez con tu jefe...— me río.

—Es que está muy bueno— sonríe dejando un beso casto en mis labios —. Después voy a ir al Night & Day a ver a Danny— me cuenta separándose —. ¿Te apetece venir?

—Vale— vuelvo a apoyarme en el marco de la puerta —. ¿Te recojo del trabajo y vamos en coche?

—Sí, vale.

—Muy bien— me acerco para dejar un golpe en su trasero, a lo que ella se queja —. Lo siento, no puedo resistirme— admito sonriendo.

Y es la verdad. Si estoy cerca, no tocarle el culo NO es una opción.

—Ya.

—Voy a darme una ducha— vuelvo a alejarme.

—Que la disfrutes.

—Te diría que vinieras, pero...

Después de insistirle varias veces en que se duchase conmigo, Judith me dejó claro que para ella la hora de la ducha es un momento íntimamente privado que prefiere hacer sola. Entonces dejé de insistir. Pero espero que algún día me lo pida, porque sueño con enjabonar ese pelo tan largo y embadurnar ese precioso cuerpo de gel con mis manos.

—Mejor que te marches ya— dice riendo.

༄༄༄

Antes de ir al bar le he pedido a Judith que me ayude con el regalo de Hollie. Hace una semanas hicimos un amigo invisible navideño, y me tocó Hollie. La verdad es que no tengo ni idea de que comprarle, así que le he pedido ayuda a mi pelirroja, que la conoce desde que llevaban pañales.

—Joder, qué difícil es esto— me quejo paseando por la tienda —. ¿Y si le doy un sobre con dinero y que se compre lo que quiera?

—No puedes hacer eso— se ríe paseando por el estante de libros.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora