2. Ideas de convivencia

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AIDEN

La veo meterse en la habitación y parece que algo me oprime la garganta. Porque tengo ganas de que se quede hablando conmigo hasta las tantas de la madrugada, tengo ganas de conocerla. Nunca había tenido la necesidad de querer hablar tanto con alguien, pero con ella, con Judith... no sé que me ha pasado. Y tampoco sé qué le ha pasado a ella. Quizá la he espantado sacando tanto tema de conversación y acercándome tanto. No tendría que haberle tocado el brazo. Joder. Hace apenas unas horas que la conozco, pero deseo tanto que llegue mañana para poder volver a hablar con ella...

Me levanto enseguida y voy directo a la habitación de Mason, que está al lado de la mía. Abro la puerta y lo veo tirado en la cama con el móvil.

—Reunión urgente en la habitación de Josh— le digo sin más para después encaminarme hacia la habitación del rubio, que está al otro lado del salón. Esta vez si toco a la puerta, pero no espero a que contesten y termino abriendo —. Josh— digo, viendo sus ojos clavados en su portátil —. Josh, tío— intento llamar su atención.

Estoy tan nervioso por lo que voy a proponerles que no sé ni cómo empezar.

—¿Qué pasa? — pregunta distraído cuando Mason entra detrás de mí.

—Cierra la puerta— le digo a Mason.

Josh suspira y deja el portátil en su escritorio para ponernos atención una vez que Mason ha cerrado la puerta y ya estamos los tres sentados.

—¿Qué? — pregunta el rubio.

—¿Y si...?— dejo las palabras en el aire, sin atreverme a preguntar. No tengo ni idea de lo que le parecerá a Josh, pero necesito, al menos, intentar convencerle.

—¿Y sí qué?

—Nos hace falta el dinero, ¿no?— pregunto, y enseguida saben de lo que hablo —. Los tres solos no podemos llegar a la cifra que nos dijo tu abuelo— le digo a Josh —. Con dos personas más en casa hasta podemos tener dinero hasta para darnos unos caprichos.

—Ni hablar— dice Mason —. ¡No podemos vivir con dos tías!

—¿Por qué no? — pregunto confuso —. Y no me digas que «porque son tías».

—¿Qué coño te pasa, Aiden?— me mira como si estuviera loco y después suaviza su expresión —. ¿Qué? ¿Quieres tirarte a alguna, verdad? Seguro que a la pelirroja...

—La pelirroja tiene nombre— digo dando por sentada esa conversación —. Josh— hablo directamente con él, porque sé que el voto de Mason no me lo voy a ganar de ningún modo —. Han venido creyendo que tenían donde quedarse todo el curso, y ahora tienen que buscar otro sitio. Pero, no hace falta que busquen otro sitio si pueden quedarse aquí— intento convencerle, pero sigue sin hablar —. Nos viene bien a todos por el tema de dinero, y seguro que no será tan difícil convivir con ellas. Además, son simpáticas.

—¡Sí, sobre todo la rubia!— rebate Mason.

—¿Quieres dejar de gritar?— le pido, ya algo molesto —. Si no vas a hablar para decir algo que tenga que ver con lo que acabo de decir, mejor quédate callado, Mason— mascullo y se queja con un resoplido —. Josh.

—A mi me da igual— dice y parece que me he quitado una mochila llena de piedras de encima —. Parecen buena gente. Y la rubia, Mason, se pone así porque eres imbécil— le dice sonriendo con diversión para luego mirarme a mi —. Que sí, que me parece bien. Tienes razón en lo del dinero, y seguro que aportan algo de organización a esta leonera que tenemos montada. Menos mal que han llegado justo el día después de que hayamos limpiado toda la casa...— bromea y me río —. Mañana hablamos con ellas. Ahora, fuera de mi habitación, estoy haciendo unos deberes.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora