48
༄
AIDENLa dejo sobre la cama cuando llegamos al clímax con apenas cinco segundos de diferencia, todavía consternado por haber escuchado esa palabra salir de su boca, por cómo me ha llamado. «Amor». Así me ha llamado. «Amor».
Limpio el sudor de su frente con mi mano y me inclino para besarla.
—Dios...— suspira cerrando los ojos.
—Ya te he dicho que no es Dios, Judith— insisto tumbandome sobre ella —. Es Aiden— digo y ella suelta una pequeña risa.
La dejo tranquila y me levanto para quitarme el preservativo. Voy hasta la cocina para tirarlo, pero me quedo unos segundos más allí, pensando. Pensando en ese «amor» que ha salido de su boca mientras lo hacíamos. Pensando si ese «amor» ha sido cosa del calentón o si va a comenzar a llamarme así. Pensando que si me llamase «amor» no me molestaría en absoluto. Pensando que a partir de ahora quiero que siempre me llame «amor».
—Oye.
Me giro y veo cómo está recogiendo su ropa del suelo.
—Voy a darme una ducha— dice acercándose a mi, pero lo que hace es tirar sus bragas rotas a la basura.
Ups, lo siento pero no lo siento. Se alza sobre sus pies para darme un beso y yo asiento.
—Vale.
—Ven conmigo, si quieres— dice dándose la vuelta y me pierdo en su culo, ahora colorado.
Vaya, tampoco lo siento.
Voy tras ella para poder disfrutar de esa ducha, y cuando el agua cae sobre su pelo recorro su espalda con una de mis manos. Está de espaldas, pero puedo notar su sonrisa desde aquí cuando la abrazo y mis manos juegan en su estómago. Aparto el pelo de su hombro y beso en la marca de mis dientes.
Judith se da la vuelta y se alza sobre sus pies para besar mis labios, y yo con gusto sigo el beso hasta que se separa y me mira con una sonrisa antes de decir;
—Está claro que nosotros no podemos tener paréntesis— sonríe mostrándome su preciosa dentadura, y sin quererlo mis labios se curvan hacia arriba —. A menos que tengamos cientos de paréntesis.
—Me gustan estos paréntesis...— aunque desearía que no lo fueran.
—Y a mí— dice tocándome el hombro y algo me escuece.
Cuando ladeo la cabeza para ver de qué se trata veo la marca de sus uñas en mi hombro, los arañazos están rojizos y parece que hay diminutas gotas de sangre secas.
—Lo siento— dice acariciándolas y yo la miro.
Sus ojos, están brillantes y preciosos. Me acerco para que el agua nos caiga a los dos y estiro el brazo para agarrar su champú de coco.
—Si yo tuviera que pedir disculpas por las marcas que te he dejado...— murmuro bajando mi vista hacia sus pechos.
En uno de ellos está la marca de mis dientes alrededor de la areola, como está en uno de sus hombros y también en su trasero. Al igual que sus pezones irritados y sus nalgas rojizas. Y no pienso pedir disculpas, porque sé que le ha gustado tanto como a mí notar sus uñas clavándose en mi hombro mientras la follaba.
Entre mimos, besos y abrazos acabamos enjabonándonos el uno al otro, y desde luego no desaprovecho la oportunidad para volver a tocar todo lo que deseo de su cuerpo, que en cuestión viene siendo su cuerpo entero.
Una vez fuera Judith quita el vapor del espejo con una mano, y antes girarse hacia mi agarrada a su toalla y con la otra amarrada a la cabeza, dice;
—Y, ¿ahora qué?

ESTÁS LEYENDO
El corazón quiere lo que quiere
RomanceJudith Miller nunca imaginó que su mudanza a un piso de estudiantes cambiaría su vida para siempre. Con el corazón roto y un compromiso que la ata a un pasado doloroso, su mundo se tambalea cuando conoce a Aiden Amery, su carismático compañero de p...