Extra I

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CAPÍTULO EXTRA.

DOS AÑOS DESPUÉS DEL EPÍLOGO

AIDEN

Mi espalda se llena de besos. De sus besos. Últimamente está muy cariñosa, cosa que me encanta. Desde que nos mudamos a un apartamento juntos, se despierta mas cariñosa.

—Mi amor...

Oigo su dulce voz matutina y me obligo a abrir los ojos con pereza, dando con su precioso rostro al natural. Esa cara llena de pecas y esos labios hinchados por acabar de despertar. Estoy jodidamente en el cielo.

—¿Estoy en el cielo?— bromeo volviendo a cerrar los ojos y escucho su risa. Sus preciosas carcajadas.

Judith deja de besarme la espalda y comienza a acariciarla con sus largas uñas.

—Me marcho ya, guaperas.

Enseguida abro los ojos. Me doy cuenta del día que es. Trece de octubre. Hoy hace siete años que nos conocimos, y no contentos con eso, vamos a convertir esta fecha en nuestro aniversario. Sí, hoy nos casamos.

—¿Te marchas ya?— perezosamente tiro de su ante brazo para acercarla. La necesito cerca, pues hasta dentro de horas no la veré —. ¿Qué hora es?

—Las siete.

Joder, demasiado temprano. La ceremonia empieza a las diez.

—¿Por qué tan temprano, cariño?— la tiro sobre mi pecho y ella sonríe. Joder, cada día me gusta más su sonrisa.

—Tengo que hacer muchas cosas, cielo... Maquillarme, peinarme, ponerme el vestido, preparar a las damas de honor... Muchas muchas cosas.

Resoplo. La quiero conmigo.

Se inclina para dejar un beso casto sobre mis labios, y aunque intento subir de intensidad, ella se aparta enseguida.

—No puedo esperar a verte en el altar— murmuro cuando se separa de mí.

—Y yo no puedo esperar a ser tu esposa.

—Tú no vas a ser mi esposa, cariño.

—Ah, ¿no?— alza las cejas con diversión.

—No. Las esposas son algo que se les pone a los presos. Tú no me cohibes, no me retienes. Tú eres la mujer de la que estoy enamorado, mi compañera de vida y la futura madre de mis hijos. El amor de mi vida. Tú vas a ser mi mujer..., aunque sabes de sobra que lo eres desde hace bastante tiempo— acaricio su mejilla cuando sonríe —. Pero hoy lo haremos completamente oficial.

—Qué cosas más bonitas me dices, cielo...

—Tú si que eres bonita— toquetea su coleta y vuelve a sonreír —. Si te quedas aquí mucho tiempo... no te dejaré salir de la cama.

—Entonces, me marcho ya— dice levantándose de la cama.

—Te veo en el altar, señora Miller-Amery.

—Todavía no puedes llamarme así...— murmura riendo.

—Me quedan pocas horas para hacerlo.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora