13. Diez llaveros.

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JUDITH

Dios, estoy avergonzadísima. Debo tener la cara como un puñetero tomate... ¡Hollie ha entrado en la lavandería mientras Aiden y yo estábamos magreandonos! Madre mía, ¡qué vergüenza!

Sigo acalorada y colorada mientras Hollie y yo vamos en el ascensor —porque Aiden se ha quedado en la lavandería, y casi lo prefiero— volviendo al piso. Al parecer, Neill ha venido a recogerme. Pues menos mal que no ha sido mi tío el que ha entrado en la lavandería. Madre mía, estoy muerta de...

—Que fuerte, que fuerte— murmura ella.

—Cállate— mascullo intentando que no hable del tema, pero está claro que va a hacerlo.

—Que fuerte, Jud, ¡os lo estabais montando!

—Dios, Hollie, cierra la boca— y me llevo mis manos a la mía para poder centrarme. Joder, siempre nos interrumpen, y la mayoría de veces la misma persona; Ella.

—Imagínate que llega a subir Neill y no yo— y justo eso había pensado —. Aiden no sale vivo, seguro.

—Creo que ya soy mayorcita— digo, soltando una risa a pesar de la vergüenza.

—Que fuerte— sigue diciendo, calentándome aún más la cabeza.

Cuando llegamos al piso se calla, y deja de soltar esos «Que fuerte» por la boca.

—Hola— saludo a Neill, que está hablando tranquilamente con los chicos en el salón. Por lo que oigo, le están explicando como se juega al Call Of Duty. Lo que me faltaba ya, que hiciera buenas migas con Josh y Mason.

—¡Hola!— me saluda alegremente.

—¿Piensas quedarte ahí?— inquiero riendo cuando no le veo con muchas intenciones de levantarse. Al final, lo hace.

—¿Cómo estás, Jud?— se acerca para dejar un beso en mi sien —. ¿Quieres que vayamos a algún sitio a tomar café?

—Vale— asiento —. Voy a coger mi bolso.

—Vale— dice —. Hollie, ¿te vienes?

—Que va, no puedo. Tengo que...

Dejo de escuchar a Hollie cuando entro en mi habitación para meter las cosas en mi bolso y coger una chaqueta. El móvil, el monedero, las llaves, tampones, rímel, un bolígrafo, unos posits, una goma para el pelo, chicles de fresa, el cargador portátil del teléfono, un encendedor, gloss transparente y un par de horquillas. ¡Mujer precavida vale por dos! Sé que puedo ser basta, pero suelo llevar de todo en el bolso. Y lo de ahora es poco, porque no tengo mucho tiempo para prepararlo y he metido lo más básico.

En cuanto vuelvo a salir veo a Neill hablando con Hollie y Aiden, de lo más tranquilos. Bueno, pues habrá que romper esa tranquilidad.

—Ya estoy— me acerco y Neill se gira para sonreirme.

—Pues vamos— dice señalando el pasillo que da a la puerta con una mano —. Adiós, chicos, un placer veros.

—Igualmente— responde Aiden, dedicandonos una sonrisa antes de que nos alejemos —. Hasta luego.

—Hasta luego— nos despedimos los dos antes de salir.

Vamos en coche hasta una cafetería cercana a la universidad y pedimos dos cafés y dónuts de azúcar y chocolate. Para variar.

—Creía que lo habías dejado— le digo a mi tío cuando veo que saca un paquete de tabaco.

—Técnicamente, lo he dejado— dice sacando un cigarro —. Solo fumo de vez en cuando, y cuando no tengo a las niñas cerca. Un paquete me dura casi una semana.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora