67. Condiciones.

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AIDEN

Mientras volvemos a la casa, Judith corretea por la playa sonriente, tal y como me gusta verla. Irradia alegría y haber causado eso hace que me sienta orgulloso y feliz. Tenerla a mi lado es más que un regalo, es un preciado tesoro al que sé que tendré que cuidar cada día, y estaré encantado de hacerlo.

—Te aviso que para ser mi novio tienes que cumplir unas condiciones.

Su novio. Maldita sea, qué bien suena eso. Aún no me creo que sea mi novia. Debo estar soñando.

—¿Condiciones? — pregunto cuando llego a ella, agarrando su mano para que deje de corretear por la arena. Tengo nuestros zapatos en la otra mano y ella lleva su ramo de tulipanes —. A ver, dime, ¿qué condiciones tengo que cumplir?

—Varias.

—Te escucho.

Entre risas, seguimos el camino. Y yo escucho con atención sus condiciones.

—Para empezar, si me engañas... es decir, si me eres infiel, esto se termina. Es una de las cosas que nunca perdonaré, ¿está claro? La infidelidad no...

—No tienes que preocuparte por eso, cariño— la interrumpo —. No tengo ningún pensamiento de hacer semejante estupidez.

Como si pudiera mirar a otra chica... Como si ella no fuera la única por la que lo daría todo. Jamás podría engañarla, ni aunque quisiera. Y tampoco quiero. Sé lo que tengo y cómo cuidarlo, no quiero más. No quiero más nada que ella. Sus besos, su cuerpo, pero sobre todo su corazón.

—Muy bien— sonríe algo satisfecha y yo me río por lo bajo —. Segunda condición, que estemos juntos no cambia mi ritmo. Seguiré saliendo con mis amigas, iré a donde me plazca y...

—Judith— la interrumpo de nuevo, esta vez tirando de su mano para detener nuestro paso —. ¿Qué cosas estás diciendo? Quiero que seas mi novia, no mi prisionera— bufo con el ceño fruncido —. Tú saldrás con tus amigas y yo estaré encantado de que lo hagas, ¿de acuerdo? — ella asiente —. Qué concepto más feo tienes sobre el amor, preciosa.

Judith sonríe, complacida. Y más complacido estoy yo.

¿En serio creía que yo sería el típico novio que la tendría encerrada? Como si no me conociera...

—¿Más condiciones, señorita Miller? — pregunto volviendo a caminar.

—Sí, más— me sigue el ritmo —. No quiero mentiras. No como lo de Grace, o como al principio te oculté lo de mi compromiso... Si vamos a empezar una relación, quiero que seamos totalmente sinceros.

—Estoy muy de acuerdo.

—Bien.

—¿Algo más?

—Sí, una cosa más...— ahora es ella la que me detiene a mí, tirando de mi brazo —. Quiero mi beso de buenos días, buenas tardes y buenas noches. Todos los días.

—¿Beso de buenas tardes? Te estás excediendo, pelirroja...— bromeo y sonríe —. Estaré encantado de darte tantos besos como quieras..., todos los días.

Judith se alza sobre sus pies descalzos para besarme, y yo, encantado de la vida, dejo que lo haga. Calidez y mimo. Un beso sincero.

—¿Has terminado, doña condiciones? — bromeo sobre sus labios y ella se echa a reír.

—Sí, he terminado.

—¡Perfecto! Ahora me toca a mí.

—¿También tienes condiciones? — enarca una ceja con diversión —. ¿Qué condiciones podrías tener tú? Si yo soy perfecta— bromea cuando volvemos a caminar.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora