46. Comedias románticas.

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AIDEN

—¿Te traerá problemas que yo esté aquí? — le pregunto cuando mete una de las pizzas en el horno.

—¿Problemas? — frunce el ceño con confusión y me mira —. ¿Por qué me traería problemas?

Miro su cabello trenzado y su perfecto flequillo que le queda de locos. Lleva un pantalón de pijama rosa claro que es largo, pero se ve fresco, una camiseta de tirantes a juego y unas zapatillas de estar por casa donde esconde sus calcetines. Yo también voy en pantalón largo, pero mi camiseta es corta y no de tirantes.

—Tom— aclaro sin decir nada más.

—Oh, no— sacude la cabeza y apoya la cadera en la encimera de mármol —. Está en Mánchester y no vuelve hasta el martes— me cuenta y asiento. Es viernes, así que... no le veré la cara —. Aunque si sabe que has estado aquí no creo que le agrade la idea— dice cruzándose de brazos —. Te recuerdo que le pegaste un puñetazo sin venir a cuento...

«Sin venir a cuento... Ya, claro. A lo mejor fue la envidia que me genera que sea él quién esté viviendo contigo y no yo. Que sea con él con quien compartes un café por las mañanas o con el que cenas por las noches. Que esté viviendo los días contigo. O quizá es la idea de que te cases con él la que me repugna, cuando tendría que ser yo el que lo haga dentro de unos años. Cuando estamos viviendo los dos solos, trabajando en lo que nos gusta y turnándonos para hacer la cena. Pero sí, fue sin venir a cuento...»

—Sí. Lo siento— digo sin más.

—Ya. Da igual...

—Por cierto, he hablado con mi amigo— me enderezo rascándome la nuca —. Le he contado tu situación un poco por encima, pero lo mejor es que habléis vosotros sin intermediarios. ¿Cuándo te viene bien quedar con él?

—Lo más pronto posible, mi padre quiere esos papeles firmados la semana que viene.

—Está bien, le escribiré y mañana te digo cuándo puedes verlo.

—¿Tú...? ¿Vendrás conmigo?

—No, claro. No es... no es asunto mío— en realidad, sí que lo es —. Te daré su número cuando...

—Me gustaría que vinieras conmigo.

—¿De verdad?

—Será más fácil si estás ahí conmigo.

—Si es lo que necesitas, iré contigo.

—Gracias.

—¿Cuánto le queda a la pizza? — Jossi entra corriendo a la cocina con sus zapatillas de estar por casa con forma de unicornio y su pijama enterizo, también de unicornio. Tiene una coleta alta que supongo que le habrá hecho Judith.

—Pues todavía le queda un ratito. Acabamos de meterla— dice Judith acercándose a ella —. ¿Qué tal si empezamos con los juegos de mesa? O con alguna película.

—¡Sí! ¡Juegos de mesa!

—Vale, ve sacando el que quieras— dice acercándose  a la nevera —. Te voy a preparar una Coca-cola bien fresquita ¡sin cafeína!

—¡Vale! — dice yéndose tan rápido como ha venido.

—¿Qué quieres beber? — me pregunta sacando la botella de Coca-cola —. ¿Una cerveza?

—Una cerveza está bien.

—Perfecto— saca dos botellines de cerveza y se agacha para abrir el congelador —. ¿Puedes darme un vaso grande? Están ahí— me señala uno de los armarios de arriba y hago lo que me dice —. Gracias— dice cuando le cedo el vaso.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora