4. Fotografías.

1.5K 54 4
                                    

4

AIDEN

No puedo evitar mirarla de arriba a abajo cuando me abre con ese pijama a medias, con esa cara tan despejada y pecosa y con ese pelo largo pelirrojo del que me estoy volviendo adicto.  Empiezo a pensar que estoy trastocado de la cabeza, que me estoy obsesionando enormemente con esta chica. O serán las copas de más.

—¿Aiden? — frunce el ceño abrazándose a sí misma, y me entran ganas de ser yo quién la abrace —. ¿Qué pasa?

—¿Puedo pasar?

He esperado a que Josh y Mason se fueran a la cama para esto, para venir a verla. Porque tenía muchas ganas, y porque totalmente sobrio no me habría atrevido en la vida.

—Eh... claro— se aparta para dejarme pasar y lo hago antes de que se arrepienta, con mi cámara en la mano, esa que he cogido de mi habitación antes de venir a la suya —. ¿Pasa algo? — pregunta cerrando la puerta.

—No pasa nada— digo mirando como ha cambiado toda la habitación, como la ha decorado y la ha hecho totalmente suya —. Me encanta como ha quedado— digo con sinceridad.

—Gracias— oigo que dice —. ¿Qué haces con una cámara?

—Me preguntaba si podría fotografiarte.

—¿A mi? — se extraña, como si no fuese la chica más preciosa que he visto en la vida.

Porque quizás las he visto más despampanantes y más extravagantes, pero, ¿más preciosa? No.

—Sí. ¿Puedo sentarme? — pregunto y asiente, así que me siento en los pies de la cama —. Tengo que hacer unas fotos para un trabajo de clase.

—¿Unas fotos para un trabajo de clase? — extrañada, se sienta en la silla giratoria de su escritorio y se coloca justo enfrente de mi, dejándome ver esos ojos verdes —. Pero si estudias derecho...

—Mis profesores son un poco raros— miento dedicándole mi mejor sonrisa.

—¿Y porqué no se lo pides a las otras tres personas que viven en esta casa?

—Porque quiero fotografiarte a ti.

—Ya— niega con la cabeza y echa la mirada al suelo —. Hollie es muy fotogénica, a mi no me gustan las fotos.

—No saldrá tu cara— digo rápidamente. Aunque sería un despropósito fotografiarla y que no pudiera verse esa perfección a la que llama rostro —. De verdad, te haré la foto de espaldas.

—Pero...

—El trabajo es para mañana, acabo de acordarme— la presiono un poco, porque estoy deseando que me diga que sí.

—Pero, salgo de espaldas, ¿no? Y vestida.

—Sí, por supuesto.

«Aunque si te quitas la ropa, para mí no sería ningún problema»

—Vale... ¿Quieres que vayamos a algún sitio?

—No. Aquí es perfecto— digo echándole un vistazo a la ventana —. Siéntate en la cama— le pido cuando yo me levanto de ella.

—¿Cómo me pongo?

—Mirando a la ventana— le digo sentándome en la silla giratoria —. Siéntate con las piernas a un lado, como medio tumbada. Así— no ha hecho falta que se lo diga dos veces para clavar la postura —. Apoya un brazo en la cama, justo atrás de tus piernas. Perfecto.

Con esa camiseta blanca y ancha que lleva como pijama estoy perdiendo el sentido, porque se nota que no lleva sujetador, y eso solo hace que pierda la cabeza todavía más. Que me obsesione más.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora