22. Yo nunca.

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JUDITH

Vuelvo al salón con los ojos como platos, seguramente roja como un tomate y sorprendida. Vale que en cierto modo esperaba que pasara, pero, ¿esta noche? ¿y de la manera en la que lo he visto? JODER.

Me siento en el reposabrazos del sofá, justo al lado de Aiden, a quien le toco la espalda para que me mire. Y claro que lo hace, porque es tan atento, tan caballero y tan...

—¿Qué te pasa? — me pregunta riendo mientras rodea mi cadera con uno de sus brazos —. Estás roja— lo sabía, sabía que estaba roja.

—Parece que no somos los únicos a los que les gusta montárselo en el baño— murmuro para que solo me escuche él.

Aiden parece confuso así que da un repaso al salón, y cuando se da cuenta de quienes son los que faltan abre los ojos como yo los he abierto hace un segundo y vuelve a mirarme.

—No puede ser verdad— dice incrédulo —. ¿Mason y Holl...

—Chis— lo mando a callar —. Cállate. Estoy avergonzada.

—¿Qué has visto exactamente?

—Oh, nada— ironizo alzando mi copa —. Solo he visto como se metían la lengua hasta la campanilla mientras tu amigo le sobaba el culo a mi amiga.

—Nada que no hayamos hecho nosotros, bombón— se ríe tirando de mi cadera para sentarme en una de sus piernas —. Le debo quince libras a Josh.

Miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie esté viendo como besa mi hombro y como estoy sentada sobre una de sus piernas, pero todo el mundo parece estar a su aire.

—¿Qué has apostado con Josh? — me intereso rodeando sus hombros con el brazo más cercano.

—Que Mason no se atrevería a besarla hasta el año que viene. Esa era mi apuesta, Josh decía que lo haría antes de que acabase el año.

—Eres un perdedor— me burlo apoyando la espalda en su pecho —. Yo habría querido apostar.

—¿Qué habrías apostado?

—De hecho, apuesto que Hollie va a pegarle un guantazo antes de que acabe la semana.

—¿Por qué?

—Porque tu amigo es idiota y la mía es una maniática. ¿Apostamos? No voy a ser mala, apostemos diez libras.

—Diez libras. Está bien.

Sé que me está dejando ganar la apuesta porque él también sabe de sobra que Mason va a soltar alguna estupidez por la boca y Hollie le va a pegar una hostia que no se va a quedar con ganas de otra. Lo va a mandar a Canadá.

—Estás sentada sobre mí— me susurra.

—Tú me has obligado.

—Y tú te has dejado.

—Ya. No voy a discutir eso— me afano a mi copa después de darle un sorbo —. ¿Ya no estás tan borracho?

—No bebo desde hace una hora, estoy mejor— dice moviéndose y haciendo que yo lo haga con él, así colocándome mejor en su regazo —. Podríamos ocupar el otro baño— bromea y reprimo la sonrisa.

—En tus sueños.

—En mis sueños lo hemos hecho muchas veces, creéme— y creo que vuelvo a tener la cara como un tomate —. ¿Ya no hablas con el rubio?— por el tono que ha usado sé que se refiere a Troy.

—Solo me estaba explicando como funciona un buen antivirus— bromeo ladeando la cabeza para mirarlo —. Eres un celoso, ¿eh?

—Para nada.

El corazón quiere lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora