XXII

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Secuelas

Orihime caminaba a la oficina de su esposo en el estudio, luego de una semana desde lo ocurrido con los ladrones. No habían hablado mucho, el ojiverde se había enfocado en disfrutar de su convivencia con su hijo el domingo, de ayudarlo con las tareas de la escuela y de jugar con Kazui. Con cierto peso en el pecho hizo remembranza de lo que había pasado en la semana. Como el hecho de que se había quedado casi sin empleados, solo estaba la nueva mucama y sirvienta traídas por Szayel, así como los dos jardineros. No había mayordomo, cocinera, ama de llaves, chófer, cochero ni quien cuidará a los caballos.

Tareas básicas como la preparación de los alimentos se habían vuelto un problema, ya que el periodista se negó a que su esposa cocinará quedando expuesta a quemaduras o cortes. Sin embargo Inoue tampoco estaba dispuesta a sufrir por el hambre o que su hijo enfermará por alimentos mal preparados, por lo que en pequeñas cosas ayudaba a la sirvienta a cocinar. Mientras la doméstica se encargaba de algunas labores adicionales. El propio Ulquiorra se tuvo que hacer cargó de sus caballos, así que se levantaba aún más temprano para darles de comer y preparar a su garañon para poder salir, dejando a los demás en el corral libres; no usó esos días los coches, ya que la preparación llevaba cierto esfuerzo físico qué debido a su estado de salud no podía realizar. Se bañaba y vestía para desayunar solo un té o café antes de dejar la casa con su hijo. Al regresar de la escuela y el trabajo venía el otro trabajo pesado de recoger los desechos de los corceles, resguardarlos en el establo para darles de cenar. Lo que dejaba al hombre agotado, pero odiaba estar sucio así que volvía a darse una ducha antes de dormir.

Últimamente con este esfuerzo extra había estado muy delicado, con fuertes calenturas, por lo que la pelirroja lo velaba poniendo fomentos fríos a su marido, así al controlar la temperatura del periodista, el matrimonio podía descansar. Por lo que esos días habían sido uno de los momentos más difíciles en la vida de Orihime, incluso para el comunicologo, había sido la semana más larga. Ese sábado no fue a trabajar, solo arreglo los pagos de las liquidaciones de los trabajadores así como la amenaza de arrestó si no aceptaban el dinero. Además había invitado a sus amigos esa tarde para saber que había pasado con los delincuentes, con sus joyas robadas y la investigación en general. Para ese momento también había publicado un extenso artículo sobre el incidente en su casa.

Red de robo y abuso de confianza que empezó por unas manzanas

Escrito por Ulquiorra Ciffer.

Washington, viernes...

Cómo periodista siempre se debe ser neutral, se debe buscar la verdad y a veces confiar a ciegas. A causa de este último valor la confianza, en la propiedad, la casa en la zona residencial privada de varias hectáreas donde parecía ser seguro para mí y mi familia, resultó ser el lugar en donde más era engañado.

Durante años mi casa fue saboteada por los sirvientes qué alguna vez le dieron a mi difunta madre su servicio. Yo creí en ellos, confíe por ser conocidos de mi madre, Momo Hinamori. Sin embargo su memoria fue profanada, ya que de mi habitación, de mi joyero personal fueron extraídas, los regalos que mi padre, el periodista Aizen Sosuke.

Gracias a una larga lista de fotografías, qué resumo en esta nota, se busca e investiga a quien se le vendieron y quien compró piezas robadas, muchas de las cuales tenían las iniciales de mi madre. Como si esta ofensa no fuera suficiente, también robaron y reemplazaron valiosas obras de arte (Fotografías en el pie de página) por simples falsificaciones.

La prostituta de la calle 224Donde viven las historias. Descúbrelo ahora