VIII

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Presas del deseo

Inoue sólo fue a su nueva casa. Era un desastre, pero ahora era suya. Así que al igual que antes ocultó aquellos valiosos papeles. Orgullosa de su primer logro se puso un vestido para poder ir con el sacerdote. Aunque antes necesitaba sus artículos de limpieza. Así que con solo se vistió con un ropón simple, se guardo sus prendas y se cubrió son su abrigo, fue con el boticario para conseguir el romero, para no gastar mucho en algo como maquillaje compro betabel seco, una rama de carboncillo y tinta vegetal negra. Después se fue a la farmacia por un poco de bicarbonato, cuando terminó su pequeño recorrido por la capital, regresó a la iglesia. Sin embargo no fue en solo un paseo. Miraba atentamente a las damas más refinadas y su manera de caminar, con la barbilla siempre levantada con soberbia, con un andar limpio en línea recta, un pie delante del otro con elegancia, luciendo sus manos al frente de su vientre con un abanico o un paraguas listo para resaltar más su rostro. Entonces llegó con Jushiro, quien preocupado por la chica que había desaparecido toda la noche, de inmediato preguntó.

- ¡Por Dios hija mía! ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde estuviste...? - dijo el caballero nervioso

- No se preocupe padre. Solo estuve... negociando con el señor Kuchiki... y llegamos a un buen acuerdo... - dijo con una sonrisa la dama

- Pero hija, ¿toda la noche...? - dijo el de cabello blanco

- No podía negarme ante la amabilidad del señor Kuchiki... muy preocupado me pidió no salir de su casa en la noche... así que me dejó dormir en su casa... - mintió con total cinismo la chica

- ¡Hija! No es bueno que una señorita como tú se quedé con un hombre a solas como el señor Kuchiki... - dijo a manera de regaño el religioso

- Pero padre... el señor Kuchiki es viudo... no le falta el respeto a Dios si quiere una relación conmigo... - comentó la adolescente

Esto de inmediato detuvo los alegatos del hombre.

- Es cierto hija. Aún así no lo hagas a menos que te pida matrimonio... - terminó el católico

- Por cierto padre... el señor Kuchiki mencionó a alguien que me puede ayudar con los arreglos de mi casa... el arquitecto encargado de la obra del capitorio... - dijo la pelirroja

- ¿El señor Syunsui Kyokaru? Es el mejor en su ámbito en la capital es cierto... claro que tiene algunos defectos... por eso su esposa Nanao se enoja constantemente con él... - dijo el caballero

- ¿Es casado? Ya veo, ahora entiendo porque me dijo el señor Kuchiki qué era un hombre muy ocupado... - comentó la adolescente

- Es un hombre muy paciente y amable, pero tiene una gran debilidad por las mujeres... por eso constantemente tiene problemas con su esposa... - dijo con preocupación el sacerdote

- Entiendo padre... ¿puedo bañarme padre...? - preguntó la chica

- Adelante hija... - dijo el religioso

La de ojos grises hizo una reverencia al clérigo, quien le hizo una bendición. La pelirroja siguió su camino con todo lo que tenía. Aún debía limpiarse, con una venda qué había en el baño se cubrió sus partes íntimas y después su ropa. Debía asegurarse de mantener su figura. Ahora debía esperar por Byakuya para saber cuando hacer su próximo movimiento. Así que además compró un corsé y con vendas ajustaba sus caderas. Prácticaba su andar, para llamar más la atención de los caballeros, necesitaba resaltar. Al ver los escaparates las joyas eran muy caras, debía haber algo más económico que pudiera usar. Así que preguntó en una boutique con brillantes vestidos.

- ¡Buenos días señorita...! - exclamó la chica al entrar

Entonces una chica de cabello verde, con una marca en su rostro y tez un poco más tostada qué la de Orihime corrió hacia una puerta en el fondo del local. Después salió otra mujer mucho más elegante.

La prostituta de la calle 224Donde viven las historias. Descúbrelo ahora