XI

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Madre

Destrozada la pelirroja caminó hasta su casa sin saber que hacer. Pronto ya no podría lucir sus preciosos vestidos, ni atender a sus clientes. No sabía mucho de los bebés, tendría que gastar el poco dinero que había podido guardar del dinero que le había dado Shinji. Probablemente tenía suficiente dinero para vivir unos meses, pero perdería sus privilegios con sus amantes. Así que necesitaba otra forma de compensar a sus clientes, por lo que requieria un ayudante y alguien que le diera de comer hasta que naciera ese niño. No podía chantajear a Byakuya por el tiempo que tenía de embarazo, así que para su manutención necesitaba a alguien más. Tal vez podía vender al pequeño, o simplemente dejarlo en el orfanato.

Pensando mucho en ello, decide quitar de algunos diamantes de sus pendientes, obsequios del notario. Espero algunos días, se negó a dejarse ver, con un velo y una manta, viajó hacia el poblado cercano, pero no encontró ninguna joyería. Tuvo que seguir andando otro día, donde por fin se topó con una tienda. En la vitrina se veían hermosas piezas, collares, anillos y pulseras.

Entró la dulce pelirroja, allí se encontró con una hermosa mujer, un poco mayor que ella, de piel morena, cabello rubio como el sol y ojos verdes; pero tiene grilletes en los tobillos

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Entró la dulce pelirroja, allí se encontró con una hermosa mujer, un poco mayor que ella, de piel morena, cabello rubio como el sol y ojos verdes; pero tiene grilletes en los tobillos.

- ¡Buenos días señorita...! ¿En qué le puedo servir...? - dijo fría la empleada

- Buen día. Solo quiero vender estos diamantes... pero ¿no sé si aquí los reciban...? - dijo la prostituta

De atrás surgió un hombre de tez clara, viejo, canoso, con barba, algo obeso qué se dirigió a la vitrina.

- ¡Buenos días señorita...! - exclamó el sujeto

- Inoue Orihime... - dijo la recién llegada

- Señorita Inoue. Aceptó diamantes, pero no en sortijas u otras joyas, solo los diamantes por gramo... - dijo el caballero

La pelirroja sacó de su bolsillo un diminuto costal, lo abrió un poco para mostrar las gemas.

- Solo son los diamantes... - dijo la ojos grises

- Perfecto señorita... coloque las piezas en la balanza... - comentó el gordo sacando un lente para revisar los cristales

- Son preciosos... pero pago mínimo un gramo... - dijo el avaro

- Según yo señor son dos gramos... - dijo molesta la dama

- Sí, claro... iré por su dinero... - dijo el hombre

Mientras el sujeto iba detrás por el pago, la adolescente le habló en voz baja a la chica.

- ¿Por qué los grilletes...? ¿Acaso hiciste algo malo...? - dijo Inoue

- Solo haber nacido negra... y ser esclava... - dijo la rubia

- Las mujeres solo somos objetos para los hombres, pero también puedes obtener mucho de ellos... sí sabes a quienes usar y como hacerlo... - dijo la de ojos grises

La prostituta de la calle 224Donde viven las historias. Descúbrelo ahora