XXXIII

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Boda gris

- No entiendo papá. ¿Son tan malos los otros? ¿No eran todos amigos? - dijo Lilinette

- Eso fue hace años... Los valores, los principios, la educación y sus acciones son las que hacen a un hombre... por eso seguir esto es su palabra, lo que le da veracidad ante los demás... y eso es lo que separó a todos como amigos... - dijo el caballero

- Sigo sin entender papá... - dijo la rubia

- No es fácil de explicar. Es todo un contexto... La ética y la moral no son algo que se pueda explicar con un simple discurso... porque no es el dinero lo que forja al hombre, pero si lo que lo corrompe y lo deja sin esos valores... eso los vuelve hipócritas con máscaras sociales... - dijo el abogado

- ¿Máscaras sociales? - dijo la niña

- Fingir para cubrir la apariencia ante los demás... no porque lo dicho sea verdad, sino porque quieren que los que los miran lo crean... - dijo el hombre

- ¿Cómo lo puedo ver? Eso que separó a los amigos... - dijo menor

- En la fiesta lo puedes ver... tus tíos son auténticos... los demás se dividen en hipócritas y envidiosos... ¿La señorita Bambinetta te preparó tu ropa? - dijo el castaño

- Sí. Me dio unas cajas y unas instrucciones... - comentó la infante

- Muy bien porque ya vamos a llegar y hay que bañarnos, cambiarnos para unirnos a la fiesta... - dijo el fiscal

Así arribó la pequeña caravana a la enorme hacienda en donde iba a tener lugar la fiesta. Era una casa de dos pisos modificada para realizar convenciones, por lo que tenía tres entradas, una amplia recepción y al fondo la cocina para preparar los bocadillos para los comensales. En lugar de centrar las escaleras, subían dos en una elegante curva, permitiendo una vista perfecta desde la puerta doble plegable de la hermosa pradera detrás de la mansión. Los invitados más destacados subían al segundo piso a cuartos designados. Allí podían darse una ducha, vestirse, resguardar sus objetos y después de la fiesta descansar. Algunos venían de los estados más lejanos, por lo que esto fue un detalle muy preciado. La recepción inicio al mediodía, por lo que el novio y el notario estaban en la entrada de la cocina revisando la colocación de los pastelillos para los invitados mientras iban llegando para la ceremonia de la una de la tarde.

Lentamente fueron arribando los invitados y algunos colados, entre ellos periodistas de los diarios de Ciffer. Este por fin descendencia a la recepción, el último de los magníficos, el primero había sido el fiscal, qué respetuoso se acercó a dónde estaba el prometido. Aunque no dejaba de pensar en el drástico cambio de su hija, había pasado de ser descuidada a una muñeca coqueta. La niña lucía preciosa con su vestido crema y rojo, con flores bordadas, un moño vibrante, perfectamente peinada con una sencilla joyería; cargaba una caja a solo unos pasos de su padre. "Se nota que fue la señorita Bambinetta quién escogió ese conjunto. Tan llamativo como ella, mira que ponerle rojo a una niña... se ve linda con sus zapatillas y medias blancas", pensó el castaño.

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La prostituta de la calle 224Donde viven las historias. Descúbrelo ahora