XLVII

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Final: Libertad

- Lo haré... pensemos positivo (el militar reflexionó un momento) ¿Por eso hicieron la presentación de Lilinette...? - preguntó el teniente

- Es nuestro amigo. Queremos que viva intensamente... pero no queremos arrepentirnos del hubiera... - dijo el ganadero

- Sí ustedes están así, ¿cómo estará la señorita Inoue? - dijo el pelinegro

En casa del periodista todo parecía ser solo dicha. No había hombre más feliz que el ojiverde con sus dos niñas. Mandó cartas a sus amigos con la buena noticia y solicitudes de vestidos, flores, entre otros para su nueva hija.

Kazui era su fiel asistente para el cuidado de las bebés. Para Orihime era demasiado aprensivo su marido. Por ahora su frágil estado de salud del investigador parecía bueno. Pasaban la mañana preparando a Kazui para ir al colegio, mientras las sirvientas y la niñera se ocupaba de las pequeñas. Al regresar el ojiverde lo primero hacia era levantarla en el aire de la cintura, como si fuera una plumaa su esposa, le daba un beso antes de arrullar a sus hijas, vestirlas, bañarlas y leer cuentos. Después el par se divertía en el estudio, a veces solo trabajando con las tareas habituales, a veces con un poco de lujuria. Al caer la tarde el pelinegro iba en busca de su hijo, así la familia de 5 miembros podía jugar en el jardín con los perros o adentro un rompecabezas.

Sin embargo, Dios es un ente extraño, que tiene su forma hacer las cosas para con su creación. A solo unas semanas del nacimiento de Ninny, el estado de salud de Ciffer fue en curvas, a veces estaba jugando con Kazui entrenando a su nuevo potrillo; en ocasiones no podía levantarse de la cama a causa de la calentura y los escalofríos, por lo que su fiel esposa lo cuidaba dándole medicina y poniendo paños de agua fría. El periodista tomó la decisión de dejar la recámara principal y dormir en la última del corredor para que su familia no lo viera sufrir, para que Inoue pudiera descansar un poco. En estos días de ausencia el inteligente menor se dio cuenta que su amado padre no estaba bien de salud, su mamá tenía los ojos irritados, rojos, hinchados de tanto llorar y desvelo al permanecer con Ulquiorra durante esas largas noches. Así que en una de esas mañanas, mientras la pelirroja dormía en la alcoba principal, se metió al cuarto dónde permanecía el enfermo. Era un buen día para el comunicador, estaba sentado en la cabecera leyendo los reportes, habiendo pasado una crisis de dos noches seguidas.

- ¡Papá!, ¿puedo entrar? - dijo el pelirrojo

- Por supuesto Kazui... Adelante, siéntate conmigo... Le pediré a la sirvienta que nos traiga el desayuno a la cama... - dijo el ojiverde

- Está bien papá... - dijo sollozando el infante

El niño obediente se acomodó a lado de su papá. Por su parte Orihime despertó, se alarmó por la hora, bajó rápido y se dio cuenta que no estaba su pequeño, sintió un escalofrío cuando vio a la niñera.

- ¿Sabe sí el señor llevó a Kazui a la escuela? - preguntó la dama

- No mi señora. Está en la habitación con su esposo... - dijo la cuidadora

Esas palabras sobresaltaron a la prostituta, quien de inmediato se dirigió a la alcoba. Ahí encontró al par comiendo, con una sonrisa el de labios negros ayudaba a su hijo con su fruta.

- Es tarde... ¿Por qué no le dijiste al chófer...? - dijo la doncella

- Es un día mujer. Además no es tu culpa quedarte dormida... fue mía... Así que hoy vamos a estudiar en casa... ¿Te parece bien mujer? - dijo el pelinegro

La prostituta de la calle 224Donde viven las historias. Descúbrelo ahora