XXV

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Fiesta del té para zorras

Era temprano esa mañana de sábado, en casa de Jaquen las sirvientas estaban limpiando y poniendo las flores en jarrones, cuando llegó una carta para el ganadero.

- Señor Grimillow, le acaba de llegar esto... - dijo la ama de llaves

La doméstica le extendió un sobre al de cabello azul.

- Gracias... (abrió la carta y la leyó rápidamente) ¡Ho! No pensé que contestarían tan pronto... - dijo el caballero

En ese momento apareció la de ojos café a quien terminaba de arreglar su nueva dama de compañía. Al verla se quedó embelesado el ojiceleste, lucía muy hermosa con el vestido azul de corte en A, suave y elegante.

- Estoy lista señor Grimillow para ir a casa del señor Ulquiorra

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- Estoy lista señor Grimillow para ir a casa del señor Ulquiorra... ¿le interrumpo? - dijo la peliverde

- No. Para nada. Solo estaba leyendo lo que mis papás dicen de nuestro matrimonio... - dijo el caballero

- Supongo que no están felices, en especial por la nota del señor Ulquiorra... diciendo que éramos novios secretos y por... razones... de mi embarazo tuvimos que adelantar la boda... - dijo con vergüenza la dama

- Es todo lo opuesto... están muy contentos por saber que van a ser abuelos... - dijo el hombre

- ¿De verdad mi señor...? - dijo sonrojada la chica

- Léelo tu misma... - dijo el ganadero dando la carta a su mujer

- Pero... aún no sabe si es de usted... - comentó algo deprimida la peliverde

- No, pero tú sí... y eso es suficiente, antes de que lleguen los muchachos vamos a casa de Ulquiorra para que puedas descansar... no importa lo que esas zorras digan... yo te pedí matrimonio... me gustas... y me vas a dar una hija preciosa... - dijo Jean lo que conmovió a la doncella

El dúo de recién casados se dio un beso, el primero desde que habían contraído nupcias. Tenían una relación algo fría, el de cabello azul aún asimilaba el hecho de ser papá y no sabía cómo mostrar su afecto, así que se limitó a dar a su esposa lo que necesitaba, sin embargo esa carta había calmado cierta angustia en su corazón, por lo que esas palabras le salieron naturales.

- Es solo un presentimiento. Pero de que será tan hermosa como usted... estoy segura... - dijo más tranquila la dama

- ¡Ho, no! Mejor que se parezca a ti... pero vamos... aún tengo algunas cosas que hacer... más tarde voy para allá... - comentó el ojiceleste

La prostituta de la calle 224Donde viven las historias. Descúbrelo ahora