Poniendo un punto final

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Desperté cuando el móvil de Arthur empezó a sonar, estaba abrazado a mi cuerpo, con su cabeza en mi cuello, podía sentir su respiración en mi nuca.
Buscó el mismo en la mesita de noche sin abrir los ojos y lo cogió: -¿hola?. No, no estoy en casa, okey, está bien, en un rato voy, adiós.- tiró el móvil por ahí y volvió a abrazarme.
-Buenos días dormilona.- dejó un casto beso en mi mejilla.-
-Ni tan buenos, te removiste toda la noche y no me dejaste dormir.- balbuceé mientras me giraba para verlo de frente. Se veía tan guapo con sus ojos achinados y su cabello despeinado.
-Es que estaba soñando que alguien colocaba su sexy culo en mi entrepierna. Ah no espera, no estaba soñando, realmente colocaste tu culo en mi entrepierna toda la noche.-
Reí ante su comentario y golpeé su hombro para luego enderezarme y levantarme de la cama.

-Arthur tenemos que hablar...- sentada en el borde de la cama me giré para observarlo.
Se enderezó con el ceño fruncido y apoyando su espalda en el respaldo de la cama.

-Vale, ¿qué pasó?.-
-Seré lo más sincera y directa posible, me agrada pasar tiempo contigo, tenemos mucha química sexual, y no me arrepiento de nada de lo que vivimos...pero creo que es momento de darle un punto final a esto. -coloqué una pierna encima de la cama- si seguimos así estaremos en peligro de mezclar las cosas, o enamorarnos...y no quiero que salgamos lastimados...- intenté decirlo con la mayor consideración y ternura posible.

-Tienes razón, follamos de maravilla. -sonríe- pero tú estás enamorada de alguien más, y yo lo entiendo...aunque sea un perfecto imbécil y no se dé cuenta de la mujer que se está perdiendo.-besó mi mano- estoy de acuerdo que le pongamos un final a lo que sea que hayamos tenido.-

-Gracias por entender, eres un chico maravilloso.- nos fundimos en un abrazo de despedida. Pero de las que no te hacen llorar.
Arthur se vistió y lo acompañé hacia la puerta, Charles lo estaba esperando, por eso no se quedó a desayunar.

-Cuídate mucho, cuentas conmigo para lo que necesites. Y si quieres recomenzar lo que tuvimos, estaré dispuesto a venir corriendo.-

-¡Arthur!.- golpeé su brazo mientras me reía.-

-Tú también cuídate, nos vemos en el trabajo.-

Nos dimos un abrazo y se fue.

Ahora tocaba lidiar con otro asunto que me tenía bastante ansiosa, un asunto que me quitaba el sueño y que Arthur sabía: Carlos.
Luego de mucho pensarlo decidí que solo le diría que estaba embarazada si él había cortado con Rebeca.
Debía salir de él decidir, que no fuera condicionado por un bebé.
Tomé mi móvil y busqué su chat que estaba archivado hace días, lo abrí y tipée: "Tenemos que hablar".

No di más detalle y bloqueé el móvil.

A los pocos minutos vibró: "Te paso a buscar en 20 minutos".
Leído el mensaje procedí a vestirme, la ilusión de escuchar que había cortado con ella aún estaba intacta, por eso elegí un vestido veraniego en tonos verdes. Y unas sandalias bajitas, recogí mi cabello en una coleta y puse mi móvil en la cartera junto a los análisis que me habían hecho en el hospital.

Rato después me avisó que estaba afuera, tomé mis llaves y salí.

Un leve hormigueo de ansiedad recorrió mi espalda, mis rodillas flaquearon al verlo apoyado en su coche, con una camiseta de Ferrari color negro, sus típicos jeans blancos que siempre usaba para ocasiones como los GP y unos tenis blancos impolutos. Su cabello estaba flameando libre como de costumbre, despreocupado y con el ceño serio, me recibió con un abrazo bastante frío, no esperaba un beso apasionado pero tampoco un gesto tan alejado de su parte.

-¿Cómo estás?.-su voz sonaba mucho mas formal de lo que acostumbraba.
-Bien, ¿te encuentras bien Carlos?.- noté su incomodidad.
-De maravilla, ¿te parece que vayamos a una cafetería?.-
-Por mi esta bien.- asentí abrochandome el cinturón de seguridad.

No volvimos a hablar en el trayecto.

Llegamos a una cafetería a las afueras de la ciudad, una decoración llena de colores vibrantes y matrículas de diferentes partes del mundo decoraban sus paredes.
Nos dirigimos hacia el final del recinto, una mesa pequeña, para dos, frente a un gran ventanal con una vista privilegiada de los edificios. El mozo de acercó para tomar nuestro pedido, ordenamos dos cafés americanos.

Era extraño el semblante de Carlos, se lo notaba distante, distraído. Aún no me había mirado a los ojos desde que me recogió en mi apartamento.
El mozo dejó nuestros cafés en la mesa y le agradecimos, era momento de empezar a hablar.

-Bueno, ¿has terminado con ella?.- fui directa.

-No, me duele decirte esto pero tampoco pasará, no terminaré con Rebecca...No porque no te ame, sabes lo mucho que te aprecio...pero ella me necesita más que nunca en este momento y no puedo abandonarla.-

-¿Perdón?, creía que teníamos un acuerdo...-sentí un escalofrío y una punzada en el pecho.

-Lo que acabas de escuchar, lamento incumplir con nuestro acuerdo pero no puedo abandonarla, ella acaba de ser diagnosticada con una enfermedad terminal y debo estar a su lado.

-Lo siento mucho, no sabía...-sentí que mi estómago daba vueltas, quizá por el embarazo o quizá por lo que acababa de escuchar. -¿Significa que hasta aquí llega lo nuestro?.

-Me duele decirte esto, pero es la verdad...Le propondré matrimonio esta noche, quiero cumplir sus sueños el poco tiempo que le reste.

Una corriente de furia se apoderó de mi, intenté controlar mis palabras pero perdí esa batalla: -Ya veo, te casarás por lástima.-

-No es por lástima, Rebeca y yo llevamos tiempo juntos, y la amo a mi manera, claramente no tanto como a ti, pero entiende que debo estar a su lado y apoyarla. Se que su mayor sueño es casarse con un hermoso vestido de novia y una linda fiesta. Estoy dispuesto a hacer sacrificios con tal de hacerla feliz el poco tiempo que le queda. Lo siento, no espero que lo entiendas, sé que me odias y estás en todo tu derecho de hacerlo. Siempre te amaré en lo más profundo de mi corazón...-tomó mis manos entre las suyas-.

Reí exageradamente ante su respuesta, ¿cómo que la ama a su manera? ¿qué clase de excusa estúpida era esa?. -Está perfecto, y claro que no lo voy a entender - subí el tono de mi voz a un volumen que hasta a mi me sorprendió- ¿Sabes una cosa? me jodiste la puta vida Carlos, no quiero volver a verte en mi vida.- las lágrimas corrían por mis mejillas ruborizadas por la sensación de rabia que estaba sintiendo ahora mismo. A la mierda lo análisis que había traído en mi bolso, nunca lo sabría.

-Lo lamento, siempre fui un imbecil contigo, lo que menos quiero es lastimarte pero así se fueron dando las cosas...Entiendo que no quieras volver a verme, solo espero que cuando esto pase tu corazón pueda perdonarme y podamos estar juntos...-

Me puse de pie, -No soy el maldito consuelo de nadie, y menos tuyo. Claro que fuiste un imbécil...y yo como idiota te creí, pensando que podríamos ser felices, tener una familia, que ilusa...-reía entre lágrimas. Desde ya, quiero que sepas que cuando "todo esto pase", yo no estaré ahí para ti, esto se termina hoy, en esta maldita cafetería.- tomé mi bolso y salí sin mirar atrás.

Las ganas de gritar, llorar y maldecir a la vida por lo que me estaba tocando vivir se intensificaban a cada paso que daba, el calor de la calle, la desilusión y mi corazón roto hacían un cóctel explosivo que necesitaba ser liberado. O arrasaría con todo a su paso.

Sólo tenía a una amiga a quien acudir, y estaba a cientos de kilómetros. Me paré bajo un frondoso árbol en el parque y marqué su móvil deseando que lo cogiera, mientras mis lágrimas seguían saliendo sin pudor alguno.

En tus ojos - Logan Sargeant/Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora