30 semanas de Olivia

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30 semanas de Olivia

Si de algo estaba segura era que mi hija no estaría sola, por supuesto me tenía a mi, pero entre Lando, Charles, Oscar, George y Carmen, Kelly, Max y Penelope, éramos un ejército.
Oscar y Lando estaban intentando armar la cuna en la habitación de Oli. Charles y George miraban videos en YouTube de cómo sostener la cabeza de un bebé, mientras Kelly, Max y Penelope sacaban ropa de una caja para acomodar en el armario.
Carmen insistió en decorar las paredes de la habitación en colores pasteles, según ella confortaría el sueño de la pequeña.

Por mi parte estaba sacando frutas y comida de las bolsas del supermercado, pensando que a medida que se acercaba el día del parto, más sola me sentía yo. Una soledad que solo puede disipar el tener con quien compartir las noches de insomnio, las madrugadas de llanto repentino a causa de las hormonas, o las mañanas donde el único sonido familiar eran los ronquidos de Lola.
No había vuelto a ver a Carlos, sabía de él por redes sociales, por páginas de chismes relacionados con su discreta vida personal o por la tele. No estaba trabajando desde hace dos semanas, me excusé argumentando que haría trabajo desde mi hogar, lo que era cierto, seguía manejando las redes de McLaren. Nadie más acepto mis amigos más cercanos sabían de mi embarazo.
No quería que la noticia se filtrara y llegara a oídos equivocados.
Pensé en Logan, muchas noches en vela mirando fotos donde éramos felices. Reíamos por cualquier cosa o soñábamos con viajar por el mundo, mientras formábamos una familia. Cada recuerdo era una puñalada certera en medio de mi corazón. Lo extrañaba, maldita sea, claro que lo hacía.
Por otro lado extrañaba a Carlos. Su carácter mandón. Su personalidad arrolladora, su terquedad pero sobre todo su pasión. La facilidad con la que encendía en mi, mis instintos más primitivos, me hacía sentir que era una diosa y él me adoraba.
Logan y Carlos eran como el agua y el fuego, por separado eran indestructibles, no se podían juntar, eran polos opuestos...y ahora no tenía absolutamente nada de ellos.

Solo a Olivia y el anhelo de Logan por formar una familia.

Pensar en ello me angustiaba, evitaba hacerlo ya que afectaría a mi hija, intenté distraerme mirando a los chicos armar la cuna. Aunque eso que estuvieran armando no se pareciera en nada a una cuna.

(...)

-Cariño, el vestido de novia es el atuendo más importante en la vida de una mujer, debes tener paciencia, te dije que esto llevaría un tiempo.-

-Estamos hace tres horas y media recorriendo tiendas de vestidos de novia, te probaste 46 vestidos, 15 pares de zapatos y aún no has decidido que usarás.- la voz quejosa y cansada de Carlos denotaba cierta molestia hacia caminar por tiendas de vestidos de novia.

-Solo un par más, dame unos minutos.- la voz de Rebecca resonaba desde el vestidor.

Sabía que no serían unos minutos más, como también sabía que no quería estar ahí. No solo en la tienda, si no en esa situación...a punto de casarse, por compromiso, con una mujer que no amaba.
¿Pero qué podía hacer? Lo habían educado para actuar correctamente, cumplir con sus obligaciones y no abandonar en los momentos difíciles.
Le hubiera gustado que lo educaran para ser feliz y tomar las decisiones correctas en el momento correcto, a no actuar como un imbecil con la persona que más quería o lastimarla, usarla y luego hacerla a un lado. Se maldecía cada día. Pero era demasiado tarde para lamentos.

Había noches donde pensaba en ella. En su risa, su sentido del humor, su honestidad, su buen corazón...pero echaba de menos el calor de su cuerpo, abrazado al suyo luego de hacer el amor.
Extrañaba los días en el barco, donde eran realmente felices, lejos de la sociedad, y de los comentarios, y del resto del mundo.
Actuó como un idiota, demoró las cosas más de lo adecuado y ahora pagaría las consecuencias.
Tantas veces entró a su chat, quiso enviarle un "cómo estás", "te extraño". Pero no se atrevió.

De seguro ella siguió con su vida, lo superaría y sería feliz.

(...)

Una leve pero preocupante pérdida de sangre me obligó a quedar internada unos días en observación, estaba colocando un par de cuadros en la pared de la habitación de Olivia cuando sentí algo tibio correr por mis muslos. Estaba sangrando, mucho, y estaba sola en casa. Llamé a Kelly asustada, sin sabe qué hacer.
Me dijo que me quedara quieta, y que llamara a la emergencia, ella vendría a mi apartamento enseguida. Podría jurar que llegó al mismo tiempo que la ambulancia.
Después de trasladarme y ser revisada, el médico me informó que había sufrido pérdidas debido al estrés. Debía guardar reposo y quedarme en observación unos días hasta que me tranquilizara.
Lando se hizo cargo de Lola, y aprovecharía para terminar de armar la cuna...

Carmen, Charles y Kelly se turnaban para acompañarme, las horas no pasan cuando estás en cuatro paredes blancas, con olor a anestésico y con una bata que se abre por todos lados.

Una tarde mientras estaba sola, una enfermera se acercó para decirme que traerían a una paciente que se había descompensado, usarían la cama de al lado, procedió a cerrar la cortina que nos separaba una cama de otra y volví a mirar el techo, como lo había estado haciendo desde hacía 3 horas.
Escuche el movimiento de la camilla, acomodándose al lado de la cama y a un médico y un par de enfermeros.
No quería ser entrometida pero con una cortina de por medio es difícil no escuchar conversaciones a un metro de distancia.

-Tranquila, están en el hospital, te bajó la presión, nada más, descansa unas horas y podrás irte a casa Rebecca.-

-Gracias doctor, intentaré dormir un poco.-

Esa voz me resultaba lastimosamente conocida. ¿Qué probabilidad había que fuera la misma Rebecca?

El médico y los enfermeros salieron de la habitación. Escuche como tomó su móvil y marcó el teclado:

-Ya estoy dentro, podré irme en un par de horas, espérame en el estacionamiento, y procura que no te vean...no, Carlos no lo sabe, ¿te crees que soy idiota?

¿Qué probabilidad había que fuera el mismo Carlos?

-No puedo dejar que sospeche, mis niveles de sangre están bien, empezará a sospechar si no tengo algunos altibajos, al menos hasta la boda, tengo una semana para empeorar los síntomas que no tengo, no me presiones, ya se me ocurrirá algo...está bien, te veo en unas horas. Adiós Arthur.-

¿Qué probabilidad había que lo que acababa de oír fuera un delirio? ¿Arthur? ¿Qué carajos estaba pasando?

En tus ojos - Logan Sargeant/Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora