Amarga espera

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Carlos ya no podía soportar el peso de la revelación, la presión le quemaba el pecho, asfixiándolo. Sin decir una palabra, se dio media vuelta y salió del hospital. Sentía su cabeza a punto de estallar, el eco de las palabras de Logan resonando como un martillo en su mente. El bebé... su bebé.

Caminó sin rumbo fijo hasta que llegó al estacionamiento, donde finalmente estalló. Golpeó con todas sus fuerzas la puerta de un coche estacionado, sintiendo cómo sus nudillos se desgarraban con cada golpe. Una mezcla de dolor físico y emocional lo consumía. Gritó, con el rostro enrojecido de furia y desesperación, hasta que su voz se quebró. Las lágrimas, que había contenido durante todo este tiempo, comenzaron a salir sin control.

El sonido metálico de sus puños golpeando el auto retumbaba en el aire, pero a Carlos no le importaba el dolor que sentía en las manos. Golpeó una y otra vez hasta que sus nudillos quedaron ensangrentados, la piel rota. Se dejó caer al suelo, respirando con dificultad, cubierto de sudor y lágrimas.

En medio de su rabia, apareció un guardia de seguridad, alarmado por el ruido. Pero al ver el estado de Carlos, decidió no intervenir, entendiendo que lo que fuera que estaba pasando iba más allá de un simple arrebato de ira.

Carlos se quedó allí, sentado en el frío suelo del estacionamiento, con la vista perdida. No sabía qué hacer. ¿Cómo podía procesar que el amor de su vida, la mujer con la que siempre soñó tener una familia, estuviera ahora entre la vida y la muerte, mientras él descubría que ella estaba embarazada de su segundo hijo, un hijo del que no sabía nada?

Carlos, incapaz de contener las emociones que lo atormentan, saca su teléfono y marca el número de su mejor amigo y confidente. Con la voz quebrada y la respiración entrecortada, dice:

—Lando, te necesito, más que nunca... Estoy en el hospital, no puedo más... No sé qué hacer, si me quedo un segundo más solo con todo esto... no sé qué voy a hacer, joder.-

Del otro lado, Lando, sorprendido por la urgencia en la voz de Carlos, no duda ni un segundo en responder.

—Carlos, tranquilo... estoy en camino. Dame la dirección del hospital. Ya voy para allá, no hagas ninguna locura. Aguanta, ¿vale? Lo vamos a solucionar, sea lo que sea, estaré contigo. Solo mantén la calma, estoy contigo.

Carlos le da la dirección, y mientras cuelga, siente una pequeña tregua en su pecho. Sabe que su mejor amigo está en camino y que, aunque el dolor es insoportable, Lando estará a su lado para ayudarlo a soportar el peso de la situación.

Lando, consciente de que Carlos nunca pide ayuda y sabiendo que esto era realmente grave, cuelga y de inmediato empieza a marcar a otros de sus amigos más cercanos. Primero, contacta a Oscar. Con una mezcla de urgencia y preocupación en la voz, le dice:

—Oscar, necesito tu ayuda, tío. Carlos está en el hospital, es algo muy serio. No me ha dicho todo, pero está mal, de verdad mal. Estoy yendo para allá, pero no creo que pueda manejar esto solo. ¿Puedes venir?

Oscar, preocupado por la seriedad de la situación, asiente inmediatamente.

—Claro, Lando. Mándame la dirección, ya estoy en camino.

Sin perder tiempo, Lando también marca a Charles. Esta vez, su tono es aún más apresurado.

—Charles, es Carlos. Está en el hospital, y la situación pinta muy mal. No tengo muchos detalles, pero necesito que estés aquí. Creo que no puede con todo esto, y no sé qué hacer.

Charles, que jamás había escuchado a Lando hablar así, ni siquiera durante los momentos más tensos de las carreras, responde sin dudarlo.

—Voy para allá. Dime dónde estás, Lando, y llegaré lo antes posible.

Finalmente, Lando llama a George. Le explica la situación con la misma urgencia, pidiendo que también se dirija al hospital. George, igualmente sorprendido por la llamada, no duda en ofrecer su apoyo.

—Cuenta conmigo, Lando. Lo que necesites. Estoy de camino. Todo va a salir bien, ya verás.

Mientras cuelga, Lando siente un leve alivio. Sus amigos estaban en camino, y aunque el dolor y la tensión se apoderaban de él, al menos no estaría solo. Sabía que, juntos, podrían ofrecerle a Carlos el apoyo que tanto necesitaba en este momento crítico.

Cuando llegaron, encontraron a Carlos afuera, golpeando una pared con el puño cerrado, sus nudillos ya enrojecidos y la desesperación en su rostro era evidente. Charles fue el primero en acercarse.

-Carlos, ¿qué demonios pasó?" le preguntó Lando suavemente, preocupado, mientras ponía una mano en su hombro.-

Carlos, incapaz de contenerlo más, dejó que las palabras fluyeran entre jadeos de angustia: "Logan... la golpeó. Ella... se desmayó. Está en terapia intensiva y no sé si va a sobrevivir. Ni siquiera sabíamos que estaba embarazada... Logan dijo que... el bebé era mío."

El grupo de amigos se quedó en silencio, asimilando lo que acababan de escuchar. Lando fue el primero en reaccionar, apretando los puños, lleno de impotencia.

-Mierda, Carlos... estamos aquí contigo, hermano. No estás solo en esto.-

George, siempre el más racional, intentó mantener la calma:

-Primero, respiremos. Ella es fuerte. Saldrá de esto.-

Oscar, por otro lado, se quedó en silencio, procesando la información. Sabía que cualquier palabra que dijera podría sonar vacía ante una situación tan devastadora. Pero estar allí era lo más importante.

Carlos no podía contener la frustración y la rabia acumulada. Se sentía a punto de explotar. Afuera del hospital, sus puños seguían golpeando la pared, dejando rastros de sangre en sus nudillos, pero el dolor físico no lograba apaciguar el dolor emocional.

Lando fue el primero en acercarse, apoyando su mano en el hombro de su amigo. -Carlos, por favor, cálmate. No puedes hacerte esto. Ella te necesita entero. Necesita que estés fuerte.-

Carlos soltó una carcajada amarga. "¿Fuerte? ¿De qué sirve ser fuerte si ni siquiera puedo proteger a las personas que amo? Ella está ahí, luchando por su vida, y yo estoy aquí... sin poder hacer nada."

Lando, con los ojos llenos de empatía, dio un paso adelante, más decidido. "Mira, Carlos, sé que esto duele más de lo que las palabras pueden describir, pero ahora mismo lo único que puedes hacer es esperar. Y para eso no tienes que estar solo. Nosotros estamos aquí para sostenerte."

Carlos se dejó caer en un banco cercano, respirando con dificultad. "¿Y si no sale bien, Lando? ¿Qué hago si no sale bien? Ya perdí al bebé... si la pierdo a ella también..." No pudo terminar la frase, porque la idea de esa pérdida era demasiado aterradora para ser pronunciada.

En ese momento, Charles decidió romper el silencio de una forma más directa. "Entonces luchamos, Carlos. Juntos. Lo que sea necesario. Vamos a estar contigo en cada maldito paso, porque no vamos a dejar que te hundas.-

Carlos alzó la vista hacia Charles, sus ojos vidriosos por las lágrimas. "No puedo más... no puedo seguir fingiendo que todo va a estar bien cuando siento que el mundo se me cae encima."

George se acercó, tomando asiento a su lado. "Nadie te está pidiendo que finjas. Solo queremos que te apoyes en nosotros. No puedes llevar este peso solo."

Oscar finalmente se inclinó hacia Carlos. "Quizás no podamos hacer que todo mejore de inmediato, pero no te vamos a dejar caer, ¿entiendes?"

El silencio que siguió fue pesado, lleno de emociones sin decirse. El aire frío de la noche hacía eco en los latidos desbocados de Carlos. Sabía que sus amigos intentaban ayudarlo, pero sentía que la situación era demasiado grande, demasiado dolorosa para ser contenida.

En ese momento, su teléfono vibró. Era el hospital. Un nudo se formó en su estómago mientras contestaba.

"Señor Sainz... necesitamos que regrese adentro."

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⏰ Última actualización: Oct 11 ⏰

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En tus ojos - Logan Sargeant/Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora