La cruda verdad II

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El estallido de decepción y enojo en el rostro de Rebecca no tardó en hacerse presente en cuanto le comuniqué mi inesperado viaje de último momento con Ferrari.
Si ella podía mentir, yo también.

-¿No puede ser después de la boda? ¡Falta una semana Carlos!.-estaba realmente molesta, sentada en el asiento del copiloto.

-Ha sido de último momento, sabes perfectamente que no puedo negarme, es mi trabajo y es mi responsabilidad, nadie morirá por esperar unos días más.-

-Pero...sabes que con mi enfermedad quizá un mes sea muy tarde...Podemos casarnos hoy por civil y en un mes por la iglesia.- ahí va de nuevo el cinismo, pensó.

-Apreté el volante con fuerza para evitar una catástrofe. -Por eso iremos con mi médico de cabecera, quiero tener una segunda opinión...-

-¿Pero a qué viene esto? Fred ha sido el médico de mi familia toda mi vida. ¿Acaso desconfías de su criterio médico?.-

-No desconfío, solo quiero asegurarme de que puedan existir otros posibles tratamientos...-

-¿Y te parece que si no existieran otros tratamientos mi médico no me los hubiera recomendado? ¿A qué viene esto, ahora?.-

-Frené el coche de golpe, estaba muy enojado, claramente no quería ver a un médico de verdad. Pero le daria el beneficio de la duda. -Está bien, como quieras, de todos modos me iré esta misma tarde, te avisaré cuando llegue.-

-Está bien, organizaré todo para aplazar la boda un mes ya que está decidido y no puedes plantear hacerlo en una semana, aunque no me parece justo.-

Ignoré todo lo que me había dicho, su palabra ya no era importante para mi. -Debo ir a casa de Max, ¿quieres que te deje en tu departamento?.

-No es necesario, voy a aprovechar a comprar unos vestidos, así que si puedes déjame cerca del centro comercial.-

Asentí y volví a poner el coche en marcha. No volvimos a cruzar palabra en todo el trayecto.
Llegamos y aparqué en la entrada del mismo. -Debo hacer una llamada antes, hablamos después.- bajé para llamar a Max y evitar que quisiera besarme.

-¿No piensas despedirte amor?.-

Levanté mi mano despidiéndome mientras bajaba del coche y me alejaba para hablar por teléfono.-

Tres días más tarde llegaba a casa de mis padres, contento de volver a verlos después de semanas alejado, pero bastante molesto con la situación que estaba pasando con Rebecca.

Pasé varios días pensando y sobre pensando mucho en ella, como la había perdido, como no me di cuenta de actuar en cuanto Rebecca me había dicho que estaba enferma. En ese momento debí hablar con mi médico de confianza, aunque significara dudar de ella. Es que nunca me hubiera imaginado que estaba mintiendo.
La echaba de menos, los días que pasamos en el barco, las tórridas noches que nos devoramos sin pensar en el resto del mundo, su risa, su sentido del humor, pero sobre todo su buen corazón y su sinceridad. Es una mujer inigualable. Y no tuve el valor de reconocerlo, ni las agallas de tomar las decisiones correctas en el momento correcto.

Ahora lo tenía todo claro, la había cagado, y quizás no tenía marcha atrás.
Pero de algo estaba seguro: haría lo posible por recuperarla.

Salí al jardín donde mi madre trabajaba en sus flores, la primavera había hecho maravillas con el paisaje.
Me acerqué a ella con las manos en los bolsillos de mi pantalón, no fue necesario hablar para que se percatara de mi presencia.

-Carlos, hace rato estás muy pensativo, ¿qué sucede?, estás pensando en ella, ¿cierto?.

Suspiré aliviado, me había ahorrado detalles, me conocía muy bien.

En tus ojos - Logan Sargeant/Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora