Reconociéndote

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Desperté sobresaltada, estaba soñando que caía por un precipicio, no tenía nada de donde sostenerme, pero la caída era lenta, me sentía entre nubes, miles de recuerdos asomaban por mi mente, hasta que unos brazos amortiguaban mi caída. Era Logan, estaba vestido con un traje blanco, y al mirarme a los ojos sonrió y asintió con la cabeza. No me hablaba, y yo no podía hablarle.
¿Qué significaba ese mensaje? ¿Que si qué?

Permanecí sentada en la cama unos instantes, intentando descifrar ese sueño, hasta que los brazos de Carlos me rodearon y me obligó a volver a recostarme.

-No es hora de levantarnos aún.- murmuró con un tono de voz soñoliento. Era adorable esta faceta.

-¿No deberíamos volver? Deben estar preguntándose dónde estás...-Recordar que estaba en Berna con ella, no me agradaba. Pero era la verdad, estamos en este barco hace más de 12 horas.

-Tranquila, nadie me está buscando.-
-Ella seguro se está preguntando dónde estás...-
-Abrió sus hermosos ojos marrones y me miró, con un deje de decepción.

-Rebeca volvió a Escocia, tenía trabajo.-acarició mi mejilla intentando suavizar la situación.

-¿Qué le vas a decir? ¿Qué va a pasar con nosotros de aquí en más?.-

-Voy a decírselo...le diré que lo nuestro se acabó, pero dame unos días, no merece que le termine por teléfono. En dos semanas vuelvo a Italia, hablaré con ella.-

Un sentimiento de algarabía me invadió, sentí que esta vez todo sería distinto, que Carlos y yo empezaríamos de cero, que los errores del pasado quedarían como anécdotas.

Se acercó a mi rostro tomando mis labios y depositando un beso tierno. El calor del ambiente y el calor de su cuerpo me mareaban, me sentía tan pequeña entre sus brazos que rodeaban mi cuerpo, acariciando mi espalda. Sus manos bajaron lentamente hasta mi trasero, sentí como me apretaba y me acercaba a su cuerpo, rozando nuestras partes íntimas, derivando en una ola de calor por mi columna hasta mi intimidad.
Mis manos tomaron sus pectorales, besando su cuello y bajando por su pecho.
La noche anterior se había encargado de complacerme por completo, era mi turno de cumplirle, y estaba más que agradecida de darle el placer que merecía.

Dejé un camino de besos por su torso, aprovechando a observar sus músculos, venas remarcadas y pequeños vellos que asomaban en su cuerpo.
Recorrí con mis uñas su cadera, bajando hasta su miembro que me recibía con ansias, golpeando su estómago.
Colocó sus manos detrás de la cabeza, ansioso por recibir mi estimulación oral, la cual hice demorar un poco.
Dejé besos a su alrededor sin tocarlo, oía jadeos de su parte, estaba anhelando el contacto de una vez por todas.

-Por favor...- me suplicó y no pude negarme.

Con la lengua comencé a darle vueltas a su glande, estimulándolo además con la mano, paseé la misma desde la punta hasta la raíz, remarcando el camino de sus venas. Gimió ante el contacto, tomándome el pelo y recogiéndolo, mi boca capturó su polla sin previo aviso, introduciéndolo hasta la garganta, acción que me hizo lagrimear pero el precio de verlo disfrutar y gemir era el paraíso para mi.
Continué con mi trabajo hasta que mi mandíbula empezó a dolerme, escupí en su miembro y continué con el trabajo manual.

-Puta madre, ¿cómo es que haces esto tan bien?.- sus palabras estaban cargadas de deseo, si boca entreabierta podía recordarme a los baños de agua helada en los pos entrenamientos.

Decidí dejar de hacer lo que estaba haciendo con mi mano para subirme encima de él, todo la previa me había excitado de más y necesitaba llenarme de él.
Sus manos se dirigieron a mis pechos, amansándolos y estimulando mis pezones. Coloqué mis manos en su pecho para sostenerme. Moví mis caderas de atrás hacia adelante, y de arriba hacia abajo, alternando para sentirlo mejor, ahora sus manos se fueron hasta mi intimidad, y con el pulgar dibujaba círculos en mi clitoris, enviando olas de placer a todo mi cuerpo.
Tiré mi cabeza hacia atrás, recibiendo lo que me daba. Sostuvo mis caderas y comenzó a moverse entrando y saliendo de mi, desestabilizándome y acercándome al orgasmo.
Nos corrimos juntos, dejando que nuestros cuerpos disfrutaran del contacto del otro. Volvimos a recostarnos, nos besamos hasta que no podíamos respirar.

-Pienso hacer esto todo el tiempo que estemos juntos.-

-No voy a negarme.-

Pasadas las 11 de la mañana, decidí levantarme, me puse mi ropa interior y mi short que estaban tirados por ahí. Decidí usar una camisa de Carlos, desprendida porque hacía calor y de todos modos estábamos solos. La camisa tenía su perfume, ese que tanto me gustaba y siempre venía a mi mente.

Salí cubierta y el día estaba totalmente despejado, brillaba el Sol y corría una brisa fresca.
Esperaría que Carlos se despertara para contarle que volvería a trabajar, esta vez con McLaren. Él quería mucho a esa escudería, había sido su hogar y a él también lo querían.

-Con razón no encontraba mi camisa.- apareció detrás de mi sonriendo y con su cabello despeinado, vestía un short azul.

-A mi me queda mejor, además es agradable verte con el torso descubierto.- sonreí pícaramente mientras lo observaba desde el sofá.

-Admito que me gusta como te queda mi camisa, más aún cuando no estás usando corpiño.- sus ojos recorrieron mis pechos apenas tapado por al fina tela.

Me puse de pie y me acerqué para besarlo.
-Tengo hambre, ¿tienes algo de comer aquí?.-

-Por supuesto, tengo una variedad de quesos y jamón ibérico, quizás unas hamburguesas hechas especialmente por mi, un buen vino y tal vez, algunas frutas.-

-¿Tenías esto planeado? ¿Sabías que me quedaría contigo?.-

-Siempre estoy preparado bonita.- me guiñó un ojo y me dio un beso, para luego irse a buscar la comida.

¿Cómo es que pasamos de discutir y gritarnos las cosas a esto?

En tus ojos - Logan Sargeant/Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora