La piedra Filosofal

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Pov Omnisciente

En una oscura noche de 1981, la calle de Privet Drive se encontraba en completo silencio ignorando completamente los recientes acontecimientos, trágicos momentos acababan de ocurrir y no era momento de detenerse, si no de poner a salvo a aquellos que sobrevivieron pero lo perdieron todo.

Un gato observaba, sentado desde un muro, como un hombre anciano entraba en la cuadra, vestía una túnica roja, extraña y poco común, junto con un gorro de punta. Utilizando un artefacto que traía en su mano absorbió la luz de todas las farolas que iluminaban la calle haciendo aún más intensa la oscuridad a su alrededor. Posterior a eso el gato maulló como reclamando.

El anciano volteo a observar al felino y dijo:

— Debí suponer que estaría aquí - Hizo una breve pausa para apreciar al gato - Profesora Mcgonagall.

En ese mismo instante el pequeño felino creció, cambios, sufrió una gran metamorfosis hasta revelar la figura de una mujer alta, con el cabello entrecano, la tez firme y vestida con una bata similar a la del anciano pero color negro y verde.

— ¿Qué tal, profesor Dumbledore? - Saludo a la mujer. Se aproximó a él y caminaron juntos por la calle. Mcgonagall continuó — ¿Son ciertos los rumores, Albus?

— Temo que sí, Profesora - Respondió Albus Dumbledore — Los buenos y los malos.

— ¿Y los pequeños? - Preguntó la profesora muy preocupada.

— Hagrid irá por ellos.

— ¿Y fue prudente confiar a Hagrid algo tan importante como esto? - Cuestionó ella con el ceño fruncido.

Albus suspiró — Profesora a Hagrid le confiaría mi vida.

Repentinamente una gran luz apareció en el cielo junto con el zumbido de un motor que se aproximaba. Los dos profesores dirigieron su vista al cielo de donde descendió una motocicleta voladora que derrapó unos momentos por la calle antes de frenar por completo. De ella descendió un hombre de tres metros de altura muy robusto. En brazos llevaba un bebe y de la mano llevaba una niña que apenas podía caminar, debía estar cerca al año.

—Profesor Dumbledore, Profesora Mcgonagall - Saludo el hombre.

—¿No tuviste ningún problema, Hagrid? - Pregunto Albus.

— No señor - Respondió el aludido - Se quedó dormido cuando volábamos sobre Bristol y en cuanto a ella tiene la boca adherida por un hechizo así que vino callada y observando todo el camino. Le gusta volar, eso sí lo descubrí aunque cuando la encontré estaba dormida.

Dumbledore se agacho para hablarle a la pequeña.

—Hola, linda — Saludo — No somos malos, somos amigos de tus padres. Ven — Le extendió la mano.

Ella la observó con sus grandes ojos hasta que finalmente soltó la mano de Hagrid y a trompicones llegó hasta sujetarse a la mano de Dumbledore. Él la alzó en sus brazos y la recostó en su regazo a pesar de su peso.

— Ten dulces sueños, linda — Dijo Dumbledore para después susurrar unas palabras con su varita haciéndola caer dormida temporalmente, debía de estar muy agotada por aquella noche tan traumática.

Aprovecho aquel momento para tocar sus labios con la varita para liberarlos del hechizo, los cuales se abrieron dejando entrar una gran bocanada de alivio a su pequeño cuerpo. Después la envolvió suavemente en mantas para que no pasara frío y se la entregó a la profesora McGonagall.

Ahora Hagrid le entregó al bebe más pequeño, pidiendo que intentara no despertarlo, él si estaba dormido profundamente, produciendo suaves ronquidos. Caminaron hacia el número 4 de Privet Drive, la profesora siguió a Albus con pasos apresurados y un tanto preocupada.

— Albus — Lo llamo la profesora inquieta — Cree usted que es seguro dejarlos con esas personas. Los vigile todo el día y son la peor clase Muggles que pueda imaginar — Al ser ignorada la profesora se alteró más — ¡Lo digo en serio!

— Y la única familia que les queda — Explicó Dumbledore.

— Estos niños serán famosos - Anunció la profesora - No habrá nadie en nuestro mundo que no conozca sus nombres. En especial el del pequeño, que lo enfrentó cara a cara, además él es el de la marca.

— Exacto — Asintió Albus — Es mejor que crezcan alejados de todo eso. Hasta que estén listos.

Dejaron a los bebés delicadamente en el umbral de la puerta. Escucharon unos sollozos, Hagrid lloraba, lágrimas caían por sus mejillas para luego perderse en su poblada barba. Dumbledore volteo a verlo y lo consoló:

— Ya, ya, Hagrid. No es una despedida. Recuérdalo.

El hombre asintió y la profesora Mcgonagall observó a los pequeños y se le dibujó una sonrisa en el rostro. Dumbledore volvió a acercarse a los bebés y dejó una carta dirigida al "Señor y Señora Dursley". Antes de irse acarició la mejilla de la niña y le dijo con una voz suave:

— Hasta pronto, Grace.

Después se incorporó y observó al varón. De entre sus mantas se podía ver la reciente herida que lo identificaría y que llevaría por el resto de su vida. Recuerdo eterno de aquella noche. Dumbledore pronunció con voz entrecortada.

— Mucha Suerte — Hizo una breve pausa — Harry Potter.

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Hola, muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia <3

Tengo muchas ideas que muero por escribir para este par de hermanitos mágicos.

Disfruteeeeeen  y no olviden votar.

* Se apresura a escribir el primer capítulo *


𝑨 𝒍𝒂 𝑺𝒐𝒎𝒃𝒓𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝑬𝒍𝒆𝒈𝒊𝒅𝒐 || 𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐 𝑴𝒂𝒍𝒇𝒐𝒚 ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora