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Mi habitación estaba exactamente como la recordaba, algunos de mis libros descansaban en mi librero, pero otros yacían en el piso, abiertos en mis escenas favoritas, mi clóset totalmente abierto mostrando toda mi ropa y más allá la puerta que daba a la habitación de Anna, en mi escritorio estaban tendidos papeles y plumas de todo tipo de colores y mis ventanas totalmente cubiertas por las persianas, parecía que nadie había entrado aquí en años.

- Le he dicho a tu hermano que trajera todas tus cosas, pero no quisimos acomodar nada hasta que estuvieras aquí.

Miré a mi madre tratando de cargar una de ellas, me aproximé hacia ella para dejarla caer en la cama.

- Gracias, mamá – susurré tratando de sonreírle.

Ella solamente me abrazó suspirando.

Había pasado exactamente una semana dónde la doctora había hablado con ellos para por fin salir del hospital y aun no se les veía muy convencidos del todo, mi padre fue el primero en oponerse, pero llegó hoy por la mañana para recogernos a mí y a mi madre con la poca ropa con la que había llegado.

- Si necesitas algo puedes pedirlo, lo que necesites – susurró ahogando una sollozo.

También me dolía verla de esta manera, siempre había sido una mujer tan alegre y simpática que al ver su repentino cambio me hacía preguntarme si realmente lo volvería a ser o así seria por el resto de sus días.

- La verdad lo único que quiero ahora es dormir – deshice el abrazo.

- ¿Quieres que me quede? – preguntó mientras me acomodaba un mechón de mi cabello.

- No es necesario – sonreí – creo que me hará bien estar sola en mi habitación – estudié mi alrededor – recordar lo que hacía en esta o simplemente tratar de acostumbrarme a tener mi propio espacio.

- Ni tu misma te lo crees – escuché una voz, pero decidí ignorarla, si tenía suerte se iría en unos minutos.

- Tu padre y yo estaremos abajo – anunció mi madre.

Dándome un último abrazo caminó fuera de la habitación cerrando la puerta de esta.

- Estamos jodidas.

- ¿Quieres callarte? – rodé mis ojos.

- Tú eres la que está pensando en mi – Anna cruzó sus brazos – yo solo estoy aquí para hacerte compañía.

- En estos momentos no necesito de ella – abrí mi maleta examinando lo que había dentro – puedes irte.

- Creo que te tomará más que eso hermanita.

Caminé hacia mi clóset para tomar algunos ganchos y poder colgar alguna de las prendas, pero creo que necesitaría regalar algunas cosas porque a la sexta blusa el clóset casi me tomada de rehén, cuando volví a tomar impulso tropecé con unos zapatos y mi espalda fue recibida por una puerta de madera.

- Joder – sobé mi cabeza.

Para ponerme de pie puse todo mi peso sobre mis piernas y tomé la perilla de la puerta, cuando intenté alzarme esta giró y la puerta se abrió, en cuanto me di cuenta la cerré inmediatamente y volví a caer.

No había entrado a la habitación de Anna en meses, incluso antes de haberme ido era demasiado doloroso pensar que esta se encontraba pegada a la mía, había ocasiones en las que pensaba que ella estaba ahí escuchando música o hablando por teléfono con una de sus amigas, no tenía el valor para volver a adentrarme en ella cuando sabía que ella, mi hermana la de carne y hueso y no la que se aparece solo en mi mente no estaría esperándome del otro lado.

Después de ti. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora