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Estaba segura de que habían pasado días desde que me habían encerrado aquí, pude descifrar cuando era de día o de noche, me traían mis comidas y venían por mí para tumbarme sobre una mesa y torturarme.

Si mis cálculos no me fallaban estaban por venir en tan solo unos minutos.

Las lágrimas ya no salían, estaba completamente drenada, pero si esperaba unos minutos más podrían llegar, ese ritmo lo había desarrollado a medida que pasaban los días.

Por la noche gritaba y lloraba como si no había mañana, por el día por más que lo intentara las lágrimas no salían y me dolía la garganta tanto que no podía pasar agua, esa era mi rutina, la rutina que me terminaría matando muy pronto.

- Noa tienes que resistir un poco más

Estaba sentada en la cama que me habían puesto, dentro de la habitación solo había esto una mesa pequeña y un par de sillas, se habían cerciorado de que no tomaría algo como arma porque todo estaba atornillado al piso.

Con la mirada perdida en alguna parte de la habitación dirigí mis ojos hacia Anna.

- Resiste

- Por favor – susurré asustada – déjame en paz.

Subí mis piernas sobre la cama abrazándolas con mis brazos mientras llevaba mis manos a los oídos, esta era mi rutina de todas las noches, en cuanto empezaba a hablar con ella los hombres venían y me llevaban al cuarto oscuro.

- Noa por favor, mírame

- No – cerré los ojos tanto que me comenzaron a doler – vete.

- Solo quiero que cuando estés dentro no dejes ir – se inclinó frente a mí.

- ¿Por qué? – pregunté aun con todo mi cuerpo en bola.

- Porque una vez que lo hagas no hay vuelta atrás

Unas llaves sonaron detrás de la puerta.

Anna se había puesto de pie y retrocedido unos pasos atrás.

- No – dije asustada, ahí estaba otra vez las lágrimas – no otra vez – supliqué.

Dos hombres vestidos de enfermeros entraron a la habitación y caminaron hasta donde yo me encontraba.

- Por favor – decía mientras me resistían ante ellos – no he hablado con ella.

Pataleé, pero era uno de los mismos movimientos que hacía todas las noches que ya se lo habían visto venir.

- ¡No! – grité - ¡no he hablado con ella!, ¡Por favor!

Por más que mi cuerpo doliera tenía que tratar de liberarme y salir corriendo, sería inútil, pero por lo menos me daría esperanza, algo que necesitaba en estos momentos.

- ¡Anna díselos!

Volteé a ver hacia el cuarto, pero ya no había nadie en este.

- ¡Por favor! – supliqué – ¡no más!

Entre gritos y forcejeos por mi parte el hombre que me llevaba cargada caminó por el pasillo que recorríamos casi todas las noches, mi desesperación fue aumento aún más cuando el segundo hombre tomó la perilla y con un solo movimiento abrió la puerta.

- No – lloré – por favor.

Mi cara ya era un mar de lágrimas y aun no comenzaba lo peor.

El cuarto estaba completamente oscuro como siempre, recuerdos de la noche anterior me bombardearon, después de estar no se cuánto tiempo sobre la mesa había vomitado por el dolor, los enfermeros me tuvieron que desatar para que no me ahogara, pero aun así seguimos con el "tratamiento"

Después de ti. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora