Capítulo 1: Primer día por última vez

622 38 11
                                    

¿Conoces esa sensación en la que querrías que el verano durase para siempre y así no tener que empezar un nuevo curso lleno de apuntes y exámenes?

Cassie la conocía muy bien.

Adoraba el verano. Tomar el sol, ir a la piscina, bañarse en el mar y no tener que estar preocupada por estudiar el próximo examen que alguno de sus profesores había puesto. Sin embargo, hacía tiempo que había olvidado la emoción de querer vivir un eterno verano, pues sus vacaciones eran muy diferentes a cómo las vivió años atrás.

Desde hacía tres años, sus veranos consistían en estar ayudando a sus tías con la cafetería que ambas tenían y eso implicaba no tener unas vacaciones en condiciones, ni salir mucho, ni ver a sus amigos y estar más blanca que la leche de vaca. Por eso, desde entonces deseaba que los meses de verano pasaran lo más rápido posible y volver de nuevo al instituto. No era una extraterrestre, como a cualquier otra adolescente, entre sus pasiones no se encontraba hacer exámenes, ni estudiar; pero al menos se mantenía entretenida con los cotilleos que sus amigos y ella comentaban entre clases.

Además, para hacer aún más atractiva su vuelta a los estudios, se sumaba que podría volver a sus clases de piano (interrumpidas por el dichoso verano) y que aquel curso sería el último de instituto. Por fin dejaría el instituto y empezaría la universidad.

Lo bueno era que los meses por fin habían pasado (muy lentos, eso sí) y las vacaciones habían terminado. Así que, en menos de una hora, estaría atravesando las puertas del instituto con sus amigos y volviendo a tener algo más que hacer que trabajar y servir mesas.

Cassie adoraba a sus tías y ellas la querían muchísimo. La habían acogido en su casa como algo más que una sobrina, casi como a una hija y la trataban como tal. Simplemente, no podían darse demasiados lujos, como el de irse de vacaciones al mar, pues gran parte del dinero que ganaban en la cafetería iba destinado a gastos y ahorrar para la universidad de Cassie. Por ello, la joven estaba muy agradecida y, por eso mismo, ayudaba siempre que tenía tiempo libre.

—Pero, ¿qué ven mis ojos? ¿La tía Anna está cocinando? —dijo Cassie apoyándose sobre el frío mármol de la isla de la cocina.

Para su sorpresa olía muy bien.

—Increíble, ¿verdad? —dijo Grace colocándose a su lado.

—Vaya dos... ni que no cocinara nunca —protestó.

El pelo castaño de Anna estaba despeinado, tanto que el moño, que se había hecho hacía una hora, estaba completamente deshecho.

Grace y Cassie levantaron las cejas incrédulas.

—La cocinera oficial es la tía Grace y tú lo que se dice cocinar...

Anna puso los ojos en blanco y se dio la vuelta para concentrarse en la sartén.

—Tu tía sabe cocinar a la perfección, pero vive muy bien sin coger una cazuela.

—Soy más de comer que de cocinar, ¡qué le voy a hacer! —se dio la vuelta y colocó un par de platos frente a ellas—. Voila. Estas van a ser las mejores tortitas que has probado en tu vida —le dijo a Cassie.

—¿Y se puede saber por qué hoy te ha dado por hacer el desayuno?

—Bueno, hoy empieza el último curso de Cass. Merecía un buen desayuno.

—Eso si no muero envenenada...

—Calla y desayuna —le ordenó.

Cassie acató la orden sin rechistar y partió un trozo de la tortita que tenía delante. Primero lo olió y, tras comprobar que no había ni rastro de quemado y bajo la atenta mirada de sus tías, probó una tortita.

Último curso en Westhill RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora