Capítulo 22: Clases extras

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El silencio de la casa era bastante abrumador. Lo era aún más al ser sábado, pues normalmente su tía Anna ponía la música a todo volumen consiguiendo que cada una de las notas se colara en todos los rincones de la casa. Por eso, odiaba cuando su tía se iba de viaje para promocionar su novela y la dejaba sola. Bueno, en realidad la dejaba con Grace, pero esta se iba temprano a la cafetería, así que era como dejarla sola.

Cassie cogió su teclado y lo colocó sobre la cama. Había seguido dándole vueltas a la idea de echar la solicitud en Juilliard, pero, ¿era lo suficientemente buena para entrar? Se sentó en el escritorio y abrió el portátil. Sabía que tendría que repasar un poco el temario que entraría en Cálculo, sobre todo si quería que a Tyler le quedara todo bastante claro. Tenía que estar allí en una hora, pero su mente estaba bastante alejada de aquella idea.

Tecleó las nueve letras que se paseaban por su mente y buscó por décimo octava vez cuáles eran los requisitos que pedían para la pre-audición. Podría conseguirlo todo con facilidad, podría tocar cualquier melodía con mayor o menor destreza (aunque eso solo era cuestión de un poco práctica) y conseguir las diferentes cartas de recomendación. El único problema era su profesor de música. Básicamente, porque en aquel preciso momento era inexistente. Quizás podría hablar con el señor Fisher y preguntarle si conocía a algún profesor de música o llamar a la señora Salgado y pedirle el enorme favor de fingir que seguía siendo su profesora. Después de todo, le debía un favor por haberla dejado plantada.

Cogió un papel y apuntó las melodías que podría ser capaz de interpretar a la perfección para la pre-audición. Lo leyó mil veces y lo cambió otras tantas. Lo más seguro era que nunca le parecerían del todo buenas, así que lo mejor sería dejar de dar vueltas a algo que ni siquiera sabía si era factible. Primero, tendría que conseguir un profesor de música.

Miró el reloj y vio que se le hacía tarde para llegar a su clase extra con Tyler. Cogió su mochila y salió pitando hacia su bici para llegar a tiempo.

La casa de Tyler estaba algo más alejada, pues se encontraba en la zona más rica de Westhill River, en donde las casas tenían más de un piso, un enorme jardín con piscina y un segundo porche en el que desayunar por las mañanas. Por ello, cuando se encontró de frente con su casa, no se sorprendió al verla. Sin embargo, si había algo que era igual que su casa, eran aquellos colores blancos y grisáceos que tanto caracterizaban a las casas de Westhill River.

Llamó al timbre y esperó a que alguien le abriera. Observó las plantas que había junto a la puerta. Estaban muy bien cuidadas, posiblemente por un jardinero. Se sorprendió de que pudieran tener un jardinero que le cuidara las plantas y mantuviera el césped con aquel color tan verde, pero en seguida cayó que el señor Danforth era una de las personas más ricas de la ciudad. Volvió a llamar por segunda vez. No recibió ninguna respuesta. Sabía que no era pronto, pero tampoco era tan tarde para que Tyler se hubiera cansado y se hubiera marchado. Echó un par de pasos para atrás y salió del porche. Miró a su alrededor para comprobar que estaba en la dirección correcta. No había nada que pareciera indicar que se hubiera confundido y el número que marcaba la casa era el mismo que él le había mandado por mensaje.

Volvió a acercarse a la puerta y antes de que pudiera volver a tocar el timbre, un Tyler despeinado y con un aire desesperado abrió la puerta.

—Habíamos quedado, ¿cierto? —preguntó ella algo confundida.

—Sí, sí. Perdona. Pasa —se hizo a un lado y la dejó pasar.

Cassie se adentró en la casa y confirmó todas sus sospechas. Con tan solo ver la entrada y el salón comprobó que su casa cabía en aquel espacio. A la derecha se encontraba una enorme cocina con su respectiva isla y a la izquierda estaba lo que parecía el despacho de su padre y unas escaleras que te llevaban hasta el piso de arriba.

Último curso en Westhill RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora