Pues sí. Aquí estoy. Después de tanto tiempo rehuyendo la idea (que ya albergaba, así que en realidad no me la han inoculado) de escribir sobre lo que me sucede desde hace unos años, mi terapeuta me ha sugerido que plasme en papel sobre lo que más me he esforzado por ocultar: la ansiedad.
No me gusta estar sobre una hoja en blanco que tengo que rellenar con mis temores y mis síntomas; me hace sentir débil y, sobre todo, expuesta. Dos sensaciones que no me mola nada experimentar. Quizá ese sea parte de mi problema; me he esforzado tanto por ser fuerte y no sentir nada que me haga vulnerable, que hoy me encuentro peor que nunca. Lloro sin contenerme de lo desbordada que me topo a veces, y eso para alguien que quiere aparentar imperturbabilidad es una mierda grande como un piano. Aunque esto no es lo peor ni de lejos, sino el hecho de que la ansiedad ha encontrado maneras de hacerse patente a modo de síntomas físicos como opresión en el pecho y el estómago, digestiones pesadas acompañadas de tal cantidad de gases que, en ocasiones, me ahogan. Y no solo eso, también me mareo y, algunos días, todo mi cuerpo parece temblar. ¿Alguien más sabe lo que es ir a cualquier sitio con las piernas como gelatina? Todo esto me está causando una gran inseguridad a la hora de hacer mi día a día, hasta el punto de que me genera más ansiedad. Un círculo vicioso encantador, ¿eh?
Pero hay más, puesto que el cuerpo responde a la mente y la mía está en constante alerta, he llegado a temer por mi vida imaginando que tengo una enfermedad grave o terminal. Luchar constantemente contra tus pensamientos es de las tareas más arduas que un ser humano debe pasar. Me siento dividida entre el miedo y la verdad. El miedo me dice que no puedo, y me lo grita cuando los nervios estallan. Después estoy yo, o lo que este trastorno deja de mí, contestándole que sí que puedo, que ya lo he hecho otras veces y que al miedo se lo vence enfrentándolo. Suena fácil, pero todo se vuelve relativo cuando sientes peligro a la vuelta de la esquina. Y esto no es todo. La ansiedad es la antesala de la depresión si no se trata bien y a tiempo. Por supuesto, hay variedades de ansiedad, y sospecho (aunque todavía no se me ha diagnosticado como tal) que sufro de ansiedad generalizada.
¿La parte buena? Supongo que la hay (puede no notarse, pero soy una persona de por sí positiva). He tomado las riendas de mi vida por primera vez y he decido empezar con la terapia. Necesito ayuda, porque yo sola ya no puedo. Es algo que he pospuesto hasta que la cosa se ha puesto fea, pero lo importante es dar ese primer paso y yo lo he dado.
Por eso estoy aquí, porque mi psicóloga me ha aconsejado que descargue en la tinta todo aquello que me preocupa (que no es poco), como una especie de catarsis. ¿Funciona? Aún estoy empezando, así que voy a darle algo de tiempo y ante todo una oportunidad.
Sincerarme, no está siendo tan difícil como pensé, quizá porque tal vez estoy dispuesta aceptarme como soy, con defectos incluidos.
¿Cómo he llegado a estar así? Por una madre tóxica.
Creemos contexto. Si toda tu vida vives con una mujer, que debería ser tu referente, pero que se pasa las horas del día exigiéndote cosas que ni ella cumple, que minimiza tus sentimientos haciéndote sentir mal por los objetivos que no logras, insultándote y dejándote en ridículo delante de las madres de tus compañeros de clase, vecinos y familiares, eso acaba minando el carácter de cualquiera.
En un principio, no era muy consciente de todo esto; no obstante, después de la desaparición de mi padre, la convivencia con ella fue insostenible. Desde la mañana a la noche se quejaba por algo. Si no la ayudaba en las tareas de casa, me lo echaba en cara de manera directa e indirecta. Y si la ayudaba, se quejaba porque algo no estuviera como ella quería (aunque no fuese cierto). En resumen, que todo lo que hacía estaba mal hecho.
Encerrarme en mi habitación dejó de ser una alternativa. Ella alzaba la voz para que siguiera escuchándola y empecé a enfrentarla, por lo que las discusiones eran monumentales. Es como si buscara esa reacción por mi parte para salirse con la suya y que yo quedara como la mala. Con el tiempo, descubrí que no soporto las peleas; siento cómo se me acelera el ritmo cardíaco y los temblores me invaden. Así que, en cuanto cumplí los dieciocho, me largué de casa sin mirar atrás. He roto toda relación con esa mujer a la que me cuesta ver como una madre, y no he vuelto a contactar con ella.
Quizá pueda parecer una decisión muy dura, pero no entiendo por qué a la familia se le consiente más abuso del que se le toleraría a cualquier otra persona. A la familia no se la escoge, y yo he decidido que ya crearé la mía, no necesariamente con lazos de sangre. Por ahora, huyo de todo aquel que me cargue el ánimo de mierda que no me corresponde.
Es curioso cómo me estallaron los nervios una vez que ya no tenía más conflictos a los que atender. Pero fue así. Después de dos semanas sin apenas dormir y angustiada por cómo mi cuerpo me hacía sentir, me puse en contacto con una terapeuta que encontré por internet (aparte de hacer una analítica, que por suerte dio bien). Tras varias sesiones, hoy es que me animaré a empezar con un diario de las preocupaciones, si es que consigo escribir algo en esta hoja que tengo enfrente; ya realicé ejercicios de relajación con más o menos éxito, también me ha sugerido que descargara tensión con ejercicio físico. Una idea que en principio me parece estupenda, pero la vida es una cabrona (yo ya debería saberlo) y no sé por qué, pero me da que no va a salir como yo quiero.
Ya estoy adelantando hechos que no han acontecido aún. Sin embargo, si quisiera buscar el momento donde todo empezó a salir mal, ¿cuál sería el principio?
¡Hola, lector/a!
Arriba te dejo una canción que creo que combina muy bien con la historia que estoy empezando a contar. Supongo que sobre decir que si te gusta, me lo hagas saber a través de comentarios y estrellas, pero te invito a hacerlo, siempre desde el respeto.
Gracias por pasarte.
Toriiak.
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Los colores que olvidé
ChickLitVenec es una joven de dieciocho años que busca abrirse camino como artista. Su sueño se ve truncado por sus problemas de ansiedad, que lleva arrastrando desde hace un par de años. En uno de sus ataques de pánico conoce a Senén, un psiquiatra muy apu...