Diario: duodécima página

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Creo que he sido muy egoísta e injusta con mi persona favorita. Me he apoyado en él como siempre hice, pero me he esforzado por olvidar que ahora ya no es como entonces. No somos esos dos críos que podían jugar a no quererse, a encubrir sus sentimientos con confusiones típicas de la edad. No.

Cian y yo hemos sido inseparables toda la vida y que nos quisiéramos era natural. ¿Pero dónde se pierde esa naturalidad? Tal vez en decir un te quiero con el corazón en la boca. En empezar a dejar de hacer cosas por si se malinterpretan, porque en el fondo sabes que no tendrás escapatoria si es así. Porque te descubrirás y con ello tus emociones. ¿Cómo le dices a alguien que siempre ha estado ahí: te quiero, pero te quiero de más? ¿Cómo te expones a perderlo todo y lo que más quieres con solo dos palabras? ¿Y si no eres correspondida? No. Te lo callas. Te callas eso y aprendes a ignorar lo que sientes. Mejor eso. Mejor eso que la humillación de haberla cagado por creer que merecía la pena que él lo supiera y que tal vez... Cuando dejé de creer en los cuentos de hadas, dejé de creer en las posibilidades que la vida me podía otorgar. Toda fantasía que me hiciese muy feliz, la tachaba de la realidad y me acusaba de ilusa.

Sabía de historias como las que leía en mis libros, las veía constantemente en mis amigas o compañeras de clase, pero yo nunca las experimentaría. Lo deseaba, pero al mismo tiempo me boicoteaba para que eso no sucediera y así, fui creando la falsa certeza de que eso nunca sería para mí. Que tenía algún problema que no veía para que la realidad (o el cinismo) no fuera afín a mis sueños.

No. Cian no se sintió jamás correspondido porque supe fingir muy bien. Porque fui esa actriz consumada que deseaba que la quisiera la misma persona a la que ella quería. Y siempre fue así, pero las ocasiones se fueron en otras personas, en el mismo tiempo, en mi estupidez. Hoy la vida me da una nueva oportunidad, me coloca mi deseo para que lo tome y lo realice, pero... Ahora también lo conocí a él. A ese psiquiatra que quise mantener apartado y que se ha ido colando en mi cabeza. Ese otro príncipe azul que no pedí, que no quería y que simplemente apareció.

Ese no era el plan de mis fantasías. Tener a dos personas maravillosas a las que querer.

Pero es que tampoco puedo ignorar la emoción que me sobreviene cuando lo veo, cuando me mira, y lo feliz que me siento de saber que me corresponde. De que me desea tanto como yo a él. Estar entre sus brazos y poder acariciarlo es igual a un bálsamo. Si alguien me ha hecho sentir mujer es él. Y no puedo ignorar lo segura que estuve por primera vez en mi vida de saber lo que quería, que era a él. No obstante, si hago un balance de a quién estoy dispuesta a perder, no obtengo respuesta. La ausencia de cualquier de los dos en mi vida me produce sudores fríos y no quiero. Simplemente no quiero despertarme a medias. No quiero saber que si escojo a uno, perderé al otro. No creo ser capaz de vivir así. Sabiendo que he renunciado a parte de mi felicidad.

¿Qué voy hacer? ¿Debo escoger? ¿Y si no escojo a nadie? ¿Estoy dispuesta a hacer eso? ¿Estoy dispuesta a quedarme sin el amor de ninguno de los dos? ¿Y si escojo mal? ¿Y si lo pierdo todo? ¿Y si lo pierdo decida lo que decida?

Llevo días con una opresión en el pecho difícil de explicar. Es como si respirase superficialmente, como si el oxígeno no llegase a los lugares indicados. El corazón me duele por veces, es una punzada en el pecho que me sacude por entero, como si me quisiese decir algo. Mis nervios hacen su reaparición, y las noches tampoco son apacibles, solo sueño. Tengo sueños sin sentido, extravagantes e ilógicos. Sé que mi ansiedad pretende decirme algo; me está avisando de algo, pero no logro comprenderla.

Mientras, tengo a dos hombres fascinantes esperando mi respuesta. Esperándome a mí. Solo hay un pequeño inconveniente, y es que me he enamorados de los dos. Escoger a uno significa perder mitad de mi corazón.

¿Se puede querer a dos personas a la vez? Esta vez sí tengo la respuesta. Sí, se puede. Yo los quiero a los dos.

Estoy enamorada de Cian y de Senén. 

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora