Diario: decimosexta página

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No dejo de soñar con bodas, y no en el buen sentido. Es acostarme y enseguida me veo envuelta en una pesadilla en la que todo son telas blancas, y en la que me esfuerzo porque me guste lo que estamos haciendo, pero no. No quiero estar haciendo eso; no quiero escoger el vestido de novia, que al final no escojo yo. Ni quiero estar pendiente de los preparativos de una fiesta para la que no estoy preparada y que me agobia. Solo me dan ganas de llorar y llorar porque me han presionado a ello.

¡Me alivio tanto cuando despierto y salgo de ese bucle en el que yo no decido y en el que tengo que estar emocionada sin estarlo! Pero solo se trata de un tipo de sueño; porque hay más. En otro ya estoy en el altar a punto de decir «sí quiero», pero es como si el sentido común hiciese mella en mí y me diese cuenta de en donde estoy, así que salgo huyendo. Fuera me espera Nerón en una moto y corro, plantando al novio en cuestión, hacia él, que me rescata de semejante error.

La tercera variante es igual de angustiante. Voy, no muy convencida hacia el altar, donde me espera mi futuro esposo. No le puedo ver la cara hasta que acepto el matrimonio, y una vez que nos podemos besar no es quien yo espero ver. ¡Es otra persona! Y me doy cuenta del error tan garrafal que he cometido.

Quizá todo esto de las bodas tenga que ver con la de Calha, quien no ha renunciado a Jacob a pesar de todo, y quien está luchando por su relación con la valentía que me gustaría tener a mí.

Ya me decidí entre Cian y Senén, pero no siento que nada haya cambiado, o tal vez sí. He hecho daño a mi mejor amigo y es algo que no me perdono. Aunque seguimos siendo amigos, hay límites no establecidos que hemos impuesto por lógica, pero nuestra compañía ha cambiado y no me gusta lo que ahora es. La confianza persiste, pero no siento que se lo pueda contar todo como antes, y eso nos aleja irremediablemente. Falta menos de una semana para que se vaya y creo que voy a enloquecer. He estado alejada de él antes, pero esto lo percibo muy distinto. Solo es un año, mas me preocupa que decida no volver o que le suceda algo. Allí las enfermedades son más peligrosas y los tratamientos escasos si no acuden a un hospital especializado. La mayoría tienen que regresar a su país de origen apara ser tratados como corresponde y... Temo por él. ¡No soportaría que nada malo le pasara!

¡En un año pueden cambiar tantas cosas! Yo lo sé. Creo que he vivido más en los últimos doce meses que en los tres años anteriores. He perdido tanto como he ganado, pero desde luego lo que se ha quedado ha sido mil veces mejor que todo aquello que me hizo daño, y no es un mal resultado con el que hacer balance.

Ahora quedan cinco días, y siento que el reloj avanza demasiado rápido. ¡Como siempre!

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora