Sensualidad al máximo exponente

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Las semanas pasan y Mayra sigue igual. El coma inducido sigue siendo necesario, porque su cuerpo no tiene una sola defensa con la que combatir nada. Sigue tan delicada como cuando ingresó, y visitarla es un martirio digno del tártaro. Hay que ponerse un gorro esterilizado para el pelo, una especie de batín a juego y algo que recubra el calzado; también mascarilla. Nos dicen que hablarle es bueno, que ella puede escucharnos, pero no sé qué decirle cuando voy, y a veces rompo en llanto. Quiero ayudarla a salir de ahí, pero son las medicinas y su cuerpo los que lograrán tal artificio, yo soy como un Pepito grillo sin mucho éxito. Me duele verla así, tan indefensa, es como una Bella durmiente sin nada de bello en ello. Le pido que resista, que luche como pueda, pero a veces me doy cuenta de que no vocalizo esos pensamientos, los rezo como si ella fuese omnipotente.

Cian logra ser más convincente, su ánimo al hablarle es digno de admirar. Cualquiera diría que hace esto todos los días o que no ve el cuerpo inerte que hay ante él; cada día me deslumbra más con su manera de ser. Yo solo soy capaz de contar los minutos que quedan para poder irme de allí. Me fastidia no ser válida para estos menesteres, pero no lo soy. No soy de esas personas que sacan a los demás del fango ni sabe cómo hacerlo. Mi optimismo y mi energía se la comen estos muros en cuanto los atravieso y me odio cada vez que vengo por ello.

Lo bueno es que en este tiempo, la abogada que contrató Senén hizo un descubrimiento importante para el caso de su clienta, por lo que, si todo sale bien, la condena podría expirar y quedar en algo como servicios comunitarios. La vi en una ocasión en casa del psiquiatra, en una de mis quedadas con Cally. Una mujer segura y dinámica, con una habilidad para ocultar emociones envidiable. Lamentó el estado de la informática y siguió con el caso, a pesar de que este parecía zanjado. Al padre de Mayra lo asesinaron porque no llegó a entregar la información que robaron, y la abogada cayó en la cuenta de que esos documentos no fueron mostrados públicamente en ningún lugar de la red (lo que en teoría sería el objetivo al sustraerlos). Al final consiguió averiguar su paradero —el cómo lo hizo, ni idea—. Siguen en el pen que la informática usó para guardarlos. Digamos que fue la última buena acción del padre de Mayra y la despedida que dejó para su hija. Hay una maldita carta, que acompañaba al dispositivo de memoria. Curiosidades de la vida, quien estuvo en posesión de todo esto fue uno de los compañeros de Cian de AA, y antiguo amigo del padre de Mayra. Juro que flipo con las vueltas que da la vida y lo enrevesada que es a veces. Hace años, ambos estaban trabajando juntos en negocios turbios, cuando uno decidió no cambiar sus pasos, y el otro se empecinó en que la vida no podía depararle solo eso. Fue una lástima que no entregara antes esa información a las autoridades, pero al parecer tenía órdenes de solo darlo si el juicio contra Mayra era desfavorable y si no, destruirlo. La profunda investigación de la abogada fue increíble, porque fue ella a él y no al revés, como debería haber sido. Sea como sea, la empresa ha recuperado esos datos y no sé exactamente a qué especie de acuerdo pretende llegar la letrada con ellos, pero sé que pronto lo conseguirá.

Por mi parte, bueno, digamos que me he refugiado en Calha y el sexo. No perdono ni un solo día, sea por la semana o el finde, y ella tampoco. Nuestros encuentros son cada vez más prolongados y más invasivos. Nos damos placer con rabia, con frustración y desesperación. ¿Consecuencia? Unos orgasmos demoledores que me impiden andar por minutos. En principio no suena mal, pero no puedo evitar cuestionar a qué recurriremos cuando eso no sea suficiente. Ella está andando por la cuerda floja con demasiada soltura. Ya se mensajea abiertamente con Jacob y lo que antes eran un par de mensajes, ahora son un aluvión constante. Siempre está pegada al móvil y con una sonrisa que no le había visto en la vida. Es feliz y se la ve tan emocionada que temo por ella en ocasiones. No quiero que se lleve otro batacazo y sé que ella se siente igual, por eso se ampara en mí. Nos hemos vuelto mucho más atrevidas y hemos explorado cosas nuevas para distraernos, en la intimidad. Cada día llego más tarde a casa y que Cian me reciba con una sonrisa divertida, me descoloca. No me ha censurado en ningún momento. ¿Me mosquea su actitud? Desde luego. ¿Que aunque me dijera algo me daría igual? Pues también, porque llego tan agotada, que las fuerzas me fallarían hasta para una conversación densa. Según me levanto, escojo ropa de la que sea fácil desprenderse. No quiero perder el tiempo y sé que mi amiga tampoco. Aún no sé ni cómo no nos lo hemos montado en la empresa. Hay días que viene por mi oficina solo para susurrarme cosas al oído que me encienden en el acto. En esos días sé que necesita de mi entrega total y de momento no le he dado motivos para quejarse. Me voy tan satisfecha de su casa como la dejo a ella. Esos breves instantes en los que el placer me asalta todo es menos importante. Si pudiera alargarlos más, me quedaría en ellos. No obstante, cada día nos cuesta más mantener el ritmo. A veces nos distraemos y tenemos que recordarnos la emoción del momento, algo que si estuviésemos bien, no tendríamos que hacer.

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora