Es la última semana antes de un merecido descanso de este trimestre. Aunque viendo mis notas, nadie diría que me he esforzado en nada. Me quedan cuatro y las restantes que apruebo son con cincos y seises, y algún que otro cuatro transformado en suficiente por beneplácito del típico profesor buenazo, que para mí es como un puñetazo en el estómago ya que no siento que lo merezca, lo que me provoca más presión para compensarlo a la vuelta de vacaciones.
He intentado no faltar tanto y lo he conseguido más o menos; no obstante, es algo de lo que solo yo soy consciente porque para el resto sigo estando demasiado ausente. Si tan siquiera supieran lo mucho que me cuesta hacer lo que para ellos es normal... Asistir, relacionarme, centrarme en lo que estudio y ser capaz de recordarlo después, no imaginarme cien escenarios catastróficos de lo que hoy me podría salir mal... Ansiedad, ¿en qué me has convertido?
Me da igual que Lea me diga que no es mala de por sí, que nos ayuda a evitar peligros y a protegernos. La mía está tan sobreexplotada que su producción es nefasta.
Se supone que no debería estar comiéndome el coco ahora con eso, pero el maestro de historia del arte es soporífero para mi salud. Di tú que después tengo cuarenta y cinco minutos de desconexión hasta las siguientes tres horas. Mientras, he de aguantar media hora más a este señor que, se ve, ya hace años perdió su interés por enseñar algo de manera amena, y no monocorde como recita ahora. Ese tono aburrido me invita a desplazarme a cierto fin de semana...
Mentiría si dijese que volví a pegar ojo aquella noche. Encima no me quito a Senén de la cabeza desde entonces. Me fastidia, porque no quiero tener distracciones de ese tipo en mi vida. Me iba a besar, estoy segura. Y eso me ilusiona demasiado. Tanto, que se me asoma una sonrisa de satisfacción y orgullo cuando lo pienso. Por otra parte y si lo analizo metódicamente, es una locura. O sea, nos hemos visto en contadas ocasiones, no sabemos nada de la vida del otro (bueno, ahora sé de más gracias a Calha) y... ¿Es posible que me desee de esa forma?
Corrijo mi sonrisa tonta en cuanto el maestro me mira atento más de dos segundos.
Luego está el tsunami de Calha. Según se despertó, se metió al baño con toda la confianza y se dio una ducha que sería la envidia de cualquier anfibio. Pasé de la estupefacción a la resignación con ella; no conoce los límites de conducta social, algo llamativo siendo su hermano un psiquiatra. No se cortó un pelo en preguntarme por el desayuno. Al percatarse de que no poseía nada (ya que nos lo comimos la noche anterior), lo encargó a un restaurante bastante pijo de la ciudad. Porciones diminutas (al parecer la gente fina no come como gorrinos ni nada que abarque más que su palma) pero saciantes y deliciosas, todo hay decirlo. Sándwiches de algo similar al paté, una hojas de..., ¡yo qué sé, no diferencio más allá de los vegetales básicos!, unos bollos que se deshacían como si fueran algodón de azúcar, café y zumo de naranja en recipientes de cartón plastificado.
Cuando por fin pensé que se iría, me arrancó el móvil de las manos y me grabó su número en mis contactos.
—Ahora te toca a ti planear la próxima quedada —dijo devolviéndome el aparato.
Pestañeé varias veces seguidas, suspiré, y me dirigí al baño.
«¡MADRE DEL AMOR HERMOSO, YO ME CARGO A ESTA TÍA!» Sí. Esas fueron las palabras que retumbaron en mi cerebro al ver el estropicio que la señorita había creado. Agua por todas partes, toallas en el suelo arrugadas y empapadas. Los botes de gel y champú dentro de la bañera caídos, el grifo de la ducha fuera de su sitio y mal cerrado, el papel higiénico kilométrico alfombrando parte de las baldosas del suelo...
—Pero ¿qué cojones...?
Embargada por la furia salí a espetarle cuatro cositas, pero mi «invitada» se había escabullido, llevándose sus cosas con ella.
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Los colores que olvidé
Chick-LitVenec es una joven de dieciocho años que busca abrirse camino como artista. Su sueño se ve truncado por sus problemas de ansiedad, que lleva arrastrando desde hace un par de años. En uno de sus ataques de pánico conoce a Senén, un psiquiatra muy apu...