Los peligros de posponer

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Les he dado a todos una semana de vacaciones para poder irme. ¡Sí, me he ido! El último incidente en mi casa, me hizo estar segura de querer hacer ese viaje con mi amigo y alejarme de todo por un tiempo. Lo más gracioso es que mi capricho beneficia a todos. Megan podrá cuidar de su hija, Cally podrá asimilar que su ex pareja está viviendo en la misma ciudad que ella. Yaly no tendrá que seguir fingiendo que sabe hacer algo de lo que no tiene ni pajolera idea, Cirio y Zénnit necesitarán descansar después de hacer ellos solos el trabajo que se supone que deberían de hacer entre dos, y Mayra ha decidido dejar todo atrás, pero al menos se ha comunicado conmigo. ¡No veas mi sorpresa cuando, el primer día de descanso oficial, me llega un mensaje al móvil de la informática!

Gracias por entenderlo.

No le respondí, pero la comunicación se ha ido sucediendo a lo largo de los días.

Sigo viva.

Cian no sabe nada de esto y me sabe mal ocultárselo, pero...

No les cuentes a ninguno que hablo contigo.

Sobre todo a Cian.

Sería poco inteligente por mi parte destruir la única vía de comunicación que la informática ha dejado abierta entre nosotras. En la otra franja esta Cally. A pesar de no haber pospuesto mis planes por ella, también estamos en contacto. Aquel día después de la trifulca, Senén agarró a su hermana y se la llevó de allí. No sin antes detenerse junto a mí y dedicarme una mirada significativa. Creo que si hubiese podido, me hubiera cargado como a un fardo para llevarme con ellos, pero intuyó que no me iría a ninguna parte. Conocía la historia por Calha; sin embargo, aquella noche volví a escucharla de otra boca. Mientras Cian intentaba atender las heridas de su amigo, este empezó a hablar.

—Había olvidado lo fuerte que es el cabrón —se quejó.

Lo inspeccioné con crítica. Sí, me había caído genial cuando lo conocí, mas las cosas habían cambiado desde la revelación de mi amiga. Sabía de lo que Jake era capaz, y no podía conciliar ambas personas en una sola. Él se dio cuenta de mi cambio.

—Lo sabes.

Asentí. Cian me atisbó desconcertado e hizo la pregunta adecuada.

—¿Qué es lo que sabe?

—Que Calha fue mi novia.

Los ojos más bonitos de la estancia se abrieron de par en par.

—No me contó solo eso —lo acorralé.

Quería ver si era capaz de admitir lo que casi estuvo a punto de hacerle. Para mi sorpresa, sonrío, lo que hizo que el labio empezara a sangrarle otra vez.

—Te dijo que estuve a punto de violarla. —Afirmé, seria. Cian se sobresaltó, pero no tanto como con lo que diría a continuación—. Es verdad.

—¡Eso no puede ser cierto, Jake! —se quejó mi amigo. Casi era una súplica—. Tú no serías capaz de hacer algo así.

—Oh, sí lo fui. A ti nunca te coincidió escuchar mi historia, pero todos los que estamos en ese programa tenemos algo de lo que avergonzarnos. —Unió sus manos sobre sus piernas separadas, sentado al sofá junto a Cian—. Mi arrepentimiento más grande es haberle fallado a ella.

—N-no lo entiendo, tío.

—Calha y yo nos conocimos en el instituto, tendríamos dieciséis años, no más. Me había instalado con mis padres en Londres el curso anterior, pero no fue hasta el siguiente que coincidimos ella y yo. —Sonrió de una manera que reconocí al instante, la de una persona enamorada—. Te juro que si echo la vista atrás no sé ni cómo hice para que se fijase en mí. Era tan perfecta e inalcanzable, que cuando empezamos a salir no me lo podía creer.

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora