No todo es color de rosas

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Aquella noche fue insufrible. Llegué hacer tres cafeteras, de las que no quedó ni una sola gota. Mis nervios por el contrario, sí que obtuvieron su recompensa. Cada vez que me sobrevenía el sueño también las taquicardias. Todos nos quedamos en mayor o menor medida amodorrados en el sofá cheslong o los sillones. No obtuvimos respuestas a todas las incógnitas que nos fueron asaltando de madrugada. Preparé el desayuno sin ánimo y sabiendo que nadie comería, pero quería establecer cierta normalidad para recordarme que lo que estaba sucediendo era real. Con el cuerpo molido por la tensión me acerqué hasta el trabajo, ese maldito jueves, en taxi; Calha decidió acompañarme. Los chicos, por la contra, se mantuvieron a la espera en casa por si hubiese noticias o incluso por si Mayra regresara.

No sucedió.

Explicar en las empresa lo sucedido tampoco fue tarea sencilla. No perdía la esperanza de que volviese a aparecer o que incluso la policía nos diese buenas noticias, así que, simplemente les informé de su desaparición. La búsqueda oficial no se inició hasta el mediodía y mis ganas de trabajar pasaron a ser inexistentes.

Tres días después, seguimos sin noticias. Calha, Cian y yo hemos empapelado la ciudad de Lancara con una foto de Mayra. No esperaba tener que repetir semejante acción, y menos para algo de esta magnitud. Nuestra informática pasa a ser un número más de la red de personas desaparecidas, una víctima del desconocimiento, de la fe desinflándose, de un rostro anónimo que puede no volver a verse más.

Senén ha acicatado a las autoridades para que le den prioridad a su desaparición, pero hemos llegado al punto en que la colaboración ciudadana es clave, puesto que han perdido toda pista de su padre y no saben por dónde tirar. El dilema reside en que nosotros tampoco, lo que nos obliga a seguir con nuestras rutinas aunque no estemos ni de lejos listos para ello.

Cian acude a su trabajo, pero ya le han llamado la atención un par de veces por estar distraído. Dice que si no fuera por alcohólicos anónimos, ya se hubiera vuelto loco. Resulta que algunos miembros siguen teniendo contacto con antiguos camellos, y creen que podrían conseguir algún tipo de información del padre de Mayra. Ni en mis más locas imaginaciones, hubiera anexionado el «problema» de Cian, con la posible solución de nuestra amiga. De momento, no se sabe nada.

Calha y yo no estamos ni de lejos centradas. A veces la pillo llorando en su oficina, y no es la única. A Megan le ha afectado tanto su repentina desaparición, que llama varias veces al día a la niñera para asegurarse de que su hija está bien. Le he aconsejado que trabaje desde casa, pero dice que no quiere ser paranoica. Me temo que llega un poco tarde a eso, y sé de lo que hablo. Por mi parte, me quedó con la mirada fija durante largos minutos sin avanzar nada de las tareas pendientes. Mi fértil imaginación me premia con escenarios halagüeños, y no tan halagüeños. La incertidumbre es lo peor.

Las cámaras tampoco nos revelaron nada que no supiéramos ya. Se ve a Mayra salir por la puerta principal en chándal. Y ahí se le pierde la pista. Las malditas tormentas hicieron intratable el terreno para captación de pistas. Todo estaba enlodado y cualquier marca o huella se la llevó la copiosa lluvia.

Sus cosas siguen tal cual las dejó en mi casa. Ni Cian ni yo las hemos tocado, excepto su móvil, que mantenemos cargado para que no se apague y por si recibe alguna llamada. La pantalla está rota desde el día que mi amigo lo lanzó contra la pared, pero sigue funcionando. Cuando regrese, le comprará otro. Esperamos que pueda cumplir con su palabra. Después está el añadido, y que no me quito de la cabeza, de que pueda pillar alguna infección. El médico le recomendó vacunarse contra algunas cosas ahora que no tiene bazo, ya que este contiene los glóbulos blancos encargados de acabar con los gérmenes. ¿Y si se enferma? ¡Si estuvo más días de lo normal ingresada porque tiene una fisura en una costilla, y una muñeca forzada! No está para sobresfuerzos absurdos.

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora