Decisiones y cambios

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Espero sentada en un banco de piedra del centro a que Cian salga de currar. Por lo que se ve, no solo se dedicó a averiguar sobre mi vida desde que llegó, sino que además se buscó un trabajo a media jornada en una cafetería de la zona cara de la ciudad.

Atiendo al bolso-mochila a mis pies y la recuerdo a ella. Últimamente todo me la recuerda. Las calles que recorrimos y que empapelamos con la foto del cuadro, los sitios a los que pedíamos comida; la ropa que me he puesto, que insistió en que me comprara porque me sentaba de maravilla. Según decía no podría quitarme los ojos de encima de nadie. Me río con tristeza, porque la muy condenada tenía razón. En poco tiempo, llenó mucho con su presencia y su manera de ser.

Llevo un cuarto de hora aquí sentada y ya he sido testigo de las miradas de apreciación de varios tíos que pasaban. ¡No sé qué les pasa por la mente, pero como vean más pierna que ropa se vuelven locos!

Los días veraniegos parecen querer quedarse, y yo llevo mal tanto calor, así que evito todo aquello que me cubra demasiado.

Solo ha pasado una semana desde que Calha se ha ido y ni siquiera he vuelto a tener noticias suyas. Es como si hubiese desaparecido de la faz de la Tierra. De su hermano tampoco he vuelto a saber nada, pero en este caso lo agradezco porque nunca sé qué esperar de él. ¡Es todo tan extraño!

Los dos primeros días desde que se fue daba pena verme y, aunque ahora tengo de nuevo a Cian conmigo, fue mi determinación a no seguir penando por nadie lo que me sacó de casa a seguir con mi vida. Si los demás continúan con su existencia, yo también. Me permito estar triste, porque lo estoy, pero ya no dejo que eso condicione mis días y mis horas. Me encargo de buscar oportunidades y cosas que aún me gusten.

Atrás quedaron esos funestos días en los que me encerraba a temer el exterior. En los que me centraba tanto en mi malestar que todo lo demás quedaba paralizado. Ha sido un camino largo en exceso, que no ha concluido. Sé a donde no he de retornar. Y tampoco voy a negar que su presencia me da esperanza. ¡Una que creía perdida, porque la fe en los demás era una locura! Ironías de la vida, a pesar de la deserción de Calha, eso no me ha impedido confiar en que se trata de una mala etapa y nada más.

Esa parte ingenua de mi persona piensa que si proyecto lo que quiero, lo conseguiré atraer. Y en estos últimos meses he visto y vivido situaciones de lo más disparatadas, que me llevan a creer que todo es posible.

Su voz despidiéndose de sus compañeros de oficio me distrae de mis pensamientos. Sonríe con confianza y bromea con ellos antes de salir por la puerta. Cuando me divisa, amplia su mueca y se dirige hacia mí sin demora.

Le sienta muy bien la camisa negra del uniforme. En cuanto se acerca, cojo el bolso y lo abrazo. En estos días hemos pisado el acelerador y pasamos todo el tiempo del que disponemos juntos, ya sea en su piso o en mi casa. No hay nada romántico entre nosotros, aunque sí que ha habido momentos incómodos en los que yo he experimentado sensaciones que juraría que estaban dormidas.

—Me encanta tu nueva tú y sus ganas de ponerse estas minifaldas.

Me separo de él dándole un manotazo en el hombro. Le gusta burlarse de mí todo lo que puede y sacarme los colores. Aunque no lo puedo culpar. En toda la adolescencia solo me puse pantalones; los vestidos en muy contadas ocasiones, una de ellas cuando salí aquella noche con Cian, o para ir a la playa. ¡Ya no hablemos de escotes! Ahora eso ha cambiado. No sé si ha sido por la aparición de Cally en mi vida o porque yo albergaba ser más atrevida y sacarlo a flote. Me siento más segura que antes. Me sigo comparando con algunas mujeres que veo, eso es algo difícil de erradicar, pero también veo mis puntos fuertes, ¡que los hay! Por ejemplo, mis piernas torneadas de tanto andar y mi abdomen plano. No me quejo.

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora