Despierto con un mensaje de Senén en el móvil.
¡Esto es absurdo! No podemos seguir así.
Estoy algo desorientada. Pero enseguida mi cuenta atrás interna me recuerda que ya estamos a jueves. Solo queda hoy y mañana para estar con mi amigo. Lo miro y sonrío. Nos hemos vuelto a quedar dormidos en el sofá después de una maratón de pelis. Tiene la boca un poco abierta, una mano sobre su abdomen y otra debajo de su cabeza. ¡Está adorable! Lo beso en la mejilla sin contenerme. ¿Soy la única que cuando ve algo muy mono tiene que apretar los dientes para no darle un mordisco? No le muerdo, pero lo despierto con un aluvión de achuchones por la cara. Esto se considera normal entre amigos, ¿no? No lo estoy besando en la boca.
Refunfuña porque no lo dejo dormir, yo me río. Sin que me dé tiempo a prever su movimiento, intercambia nuestras posiciones y ahora es él el que está encima de mí dándome besos, además de hacerme cosquillas en la cintura. Me río asestándole golpes con un cojín el la cara para que se esté quieto, pero solo conseguimos forcejear como dos niños pequeños. Es cuando inmoviliza mis manos por encima de mi cabeza y la camiseta de mi pijama se sube, mostrando una porción de mi vientre, que el ambiente se enrarece y su mirada oscila entre mis ojos y mi boca. Desciende sin pararse a pensar, pero a mí me sobreviene el pánico y me muevo en el último instante, separándonos. Cian se aleja como si despertase de un trance, yo me siento y recoloco los objetos de encima de la mesa de café.
El día de ayer fue estupendo. Solos él y yo. Siendo los de siempre, como antes de que nos acostáramos. Pero supongo que hoy es la vuelta a la realidad, una realidad que me recuerda el mensaje del psiquiatra; hay otro más.
Voy para allá y hablamos.
¿Alguien se da cuenta de que tengo un trabajo y que no lo puedo desatender cuando me venga en gana? El lunes llegué a media jornada, ayer ya no fui, y hoy sospecho que volveré a llegar tarde. Cian se pone de pie caminando de espaldas y mirando a un punto indeterminado de nuestro espacio.
—Me voy a duchar. Después he quedado con unos amigos de Alcohólicos Anónimos —informa señalando con el pulgar el baño.
—¿Hoy no te veré?
—Tenemos todo el día de mañana. También he de despedirme de ellos.
Asiento, apesadumbrada; me da un beso casi imaginario en la frente y desaparece. Yo también decido darme una ducha rápida y quitarme toda la laca que me echó ayer la peluquera en el pelo. Las flores descansan sobre mi sinfonier. No tardo mucho en quitarme el día anterior del cuerpo y vestirme para ir al trabajo. Opto por unos vaqueros negros tobilleros, una camisa del mismo color con los hombros al aire y manga larga. Rompo esta monocromía con unos zapatos de tacón rojo y un collar de plata con un pequeño rubí en forma de corazón. Me estoy secando el pelo con el secador cuando el timbre suena. ¡Ya está aquí!
Cian ya le ha abierto para cuando llego hasta la puerta. Coge la chaqueta del mueble y me da un beso en la mejilla antes de salir.
—¡Chao, chicos!
Muevo la mano por toda despedida y me vuelvo hacia Senén. No puede ocultar la animadversión que siente por mi amigo, es superior a sus fuerzas.
—¿Qué te parecería si yo hubiese mirado así a Verónica?
—Puedes mirarla como te venga en gana, yo no voy a hacértela tragar a la fuerza. ¡No nos hablamos!
Su tono borde me sorprende. Para querer venir a hablar está muy subidito para mi gusto. ¿Y cómo es eso de que no se habla con la que era su mejor amiga? Me gusta saberlo, pero me lleva a pensar si pasó algo más que yo no sepa entre ellos. Realmente nunca llegué a sacar a coalición el tema después de que nos volviéramos a acercar. ¿Debería, no? Si pretendemos ser pareja, ¿no tendríamos que aclarar esto? ¿Hay algo que aclarar? Suspiro.
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Los colores que olvidé
ChickLitVenec es una joven de dieciocho años que busca abrirse camino como artista. Su sueño se ve truncado por sus problemas de ansiedad, que lleva arrastrando desde hace un par de años. En uno de sus ataques de pánico conoce a Senén, un psiquiatra muy apu...