Diario: séptima página

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Tengo dos sueños recurrentes. He empezado a ser consciente hace poco. Mi conclusión es que se trata de cosas que no me perdono y, por ende, que no consigo superar.

La primera: haber plantado mis estudios. 

Tengo pesadillas sobre que falto mucho a las clases, me pierdo los exámenes finales y repito. Otra variante es que han pasado años y estoy con gente muy joven, pero yo sigo estancada en el mismo curso. Hay una tercera; en ella asisto a clase con mis amigos y me siento realizada, los exámenes los apruebo y sé que estoy a un paso de acabar la carrera. Estoy en paz porque ya no seré un fraude.

La tercera jamás se realizará, es imposible. Sin embargo, es la que más anhelo concluir. 

Podría hacer parte realidad, pero ¿y si se convierte en la pesadilla número uno? ¿O la dos?

Me jode admitirlo, pero no sé si quiero retomar los estudios o mejor dicho, no sé si estoy preparada para afrontarlos y fracasar otra vez. 

Lo segundo que no me perdono: haberle dado tanto poder a Cian para que me destruyera.

En este caso el sueño no varia, es idéntico y lo paso fatal. En él salgo con Senén, somos pareja y no solo vivimos juntos sino que tenemos un hijo de tres o cuatro años. Soy feliz, muy feliz de hecho. Nuestra complicidad es increíble, nos entendemos y no hay broncas de ningún tipo. Confío en él y me da el espacio que necesito. De pronto, no sé cómo, acabo en casa de Cian. No hay nada romántico entre nosotros, lo odio y hasta quiero huir de allí, pero no lo consigo. O él se empeña en llevarme a mi casa, o el camino de vuelta a esta lo tengo que hacer andando y me lleva horas. Me aterra que Senén descubra que he pasado tiempo con Cian o que se crea que lo engaño con él cuando no es así; no obstante, siempre regreso aunque no deseo estar. Cian insiste en ser muy bueno conmigo y retomar nuestra relación, mas yo me niego. Dentro del sueño soy incapaz de entender por qué acudo a ese lugar si no quiero, es como si estuviese dividida. La parte sensata, la real, anhela que mi vivencia con Cian desaparezca y no quede ni el recuerdo, que quede atrás. La otra es como si tuviese autonomía propia y estuviese dispuesta a destruirme, aparte de que me aterra pisar ese lugar, sobre todo porque está él. Me da miedo que me utilice otra vez. Que me haga daño. Aunque lo que me da más miedo es que yo lo permita, que no tenga autonomía sobre mis decisiones. 

Sé que debería comentarle esto a Lea. Ella me ayudaría a verlo de otra manera; tomar perspectiva. No sé muy bien cómo exponérselo. 

¿Quizá sea esto lo que debo solucionar para mejorar? ¿Puede que los sueños me estén dando la clave del origen de mi ansiedad? Es un buen sitio por donde empezar, aunque necesito un guía. Sigo necesitando terapia.  

Los colores que olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora