26. nieve con patas.

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—¿Quieres hacer algo divertido?

—¡Si! —sonrió y reí yendo hasta la lavadora, sacando de esta la ropa, tendiendola en un pequeño perchero en el balcón, y seguido sacando las sabanas, acomodándolas en mi hombro–

—Sígueme. —demande subiendo las escaleras de emergencia que se mantenían por fuera del edificio hasta la azotea—

—¿Que haremos aquí? —preguntó y reí—

—Adivina adivinador.—

Tendí varias sabanas blancas sujetadas por pinzas, en las débiles cuerdas de la azotea mientras Conrad miraba todo con atención.

—Cuidado con acercarte al orilla —advertí y este asintió— cierra tus ojos. 

Este obedeció y me perdí entre las sabanas colgadas. Este volvió a abrir sus ojos cuando se lo ordené y volteo a verme entre las sabanas.

—Puedo ver tu sombra —habló con aquella voz juguetona y risueña—

—¡Encuéntrame!

Su cuerpo comenzó a moverse en mi dirección, la luz del sol que llegaba a mi espalda daba la ilusión que podía mantenerme cerca, pero no. Aquel chico se acercaba a mí sombra y la abrazaba pensando que ahí estaría, pero sin rendirse, entre risas jugaba mientras yo me movía de lugar.

—¿Azora?.. ¿donde estas?.. —preguntó cuando hice desaparecer mi sombra poniéndome frente al sol en otra esquina— ¿zeta?..

—¡Boo! —lo asusté abrazándolo por la espalda con una sabana que nos dividía–

—¡No me espantes así!— se quejo sosteniendo su pecho luego de haber dado un salto por el susto—

—¿No te gusto mi juego? —pregunté levantando las sabanas, quedando ambos entre estas, cubiertos de la tela blanca—

—Si me gusto —sonrió abrazándome con ternura y reí—  ¿Como se te ocurren esos juegos?

—Con Bleu lo jugábamos cuando nos castigaban en el orfanto—respondí intentando solo decir lo que quería saber, sin llegar a contarle algo que fuera capaz de lastimarnos—

—Ya veo.. te diviertes mucho con ella ¿no es así? —preguntó y reí asintiendo—

—Ella es la mejor. —Tome su mano y bajamos de la azotea— ¿te parece si comemos antes de que me vaya al trabajo?

—Me parece bien, yo te ayudo a preparar la mesa. —Aquel castaño comenzó a cantar algo en inglés, algo que no supe comprender pero que sin duda me encantaba. Su voz dulce y melodiosa hacía vibratos en ciertas partes.

Su voz me estremece, produce desvelos, produce deseos.

El ruidito de su celular comenzo a sonar desde la sala mientras yo preparaba la ensalda y Conrad enmudeció.

—Me están llamando —murmuro saliendo de la cocina, dejando los platos ahí y en pocos segundos aquella irritante melodía fue callada—

Su voz fue levemente escuchada, no era quien para escuchar temas ajenos, no me incumbe. Me mantuve con tranquilidad hasta que nuevamente apareció en la cocina abrazándome.

—Ey.. —solté y este escondió su cabeza en mi espalda—

—Debo irme... probablemente no podré verte hasta mi cumpleaños —susurro y asentí—

—¿no alcanzas a comer?— pregunté y este negó— ¿viene lany a por ti? —asintió—

—No quiero irme..

Metanoia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora