CABAÑA DE LOS ROSALES.
NALENJEM.
Revisaba el ala con frecuencia; tres veces al día, con la esperanza de empezar a notar mejorías o que su condición de halcón le proporcionase un poco de esa regeneración acelerada para lograr emprender el vuelo nuevamente. Pero no fue hasta el séptimo día que pude quitar los vendajes y respirar tranquilamente. La limpieza y el cambio de cabestrillos constante comenzaban a dar sus frutos, las heridas cicatrizaban y comenzaba a poder estirar su ala sin detonar un gesto de dolor.
Probaba su capacidad motriz para extender y luego retraer en su sitio, levantando la punta del plumaje del suelo como suele hacer cualquiera de su especie, la respuesta es inmediata. Demian estaba mucho mejor, se había recuperado totalmente.
Las alas de Demian eran tan largas que habíamos tenido que salir a la estancia para probar el buen funcionamiento, ya que la única habitación era muy pequeña, por ende, Ghira nos veía desde un extremo, de brazos cruzados, sin quitarle los ojos de encima al macho alado y, aunque él no parece tomarle importancia a esos ojos azules que parecieran querer envenenarle, yo sabía perfectamente que esas serían sus más inocentes intenciones; si yo se lo permitiese, ya le estaría clavando una daga en el cuello.
—Creo que si lo intentas, ya podrías volar nuevamente, Demian —le digo al halcón, que me devuelve la mirada con gran emoción, con una sonrisa maravillosa, un gesto totalmente conmovedor, ya que me muestra cuán agradecido está conmigo. Esa era la mayor de las recompensas.
—Todo te lo debo a ti, Amaya —ahora su mirada es tan pura que por un momento pienso que tengo frente a mí a un ser celestial, un ser de origen divino, que resplandece. Su luz es interna, emerge de las profundidades de su alma para ofrecer los más gratos recueros. Me sorprendo a mí misma al notar mi reflejo en sus ojos naranja —una sonrisa amplia colorea mi semblante, algo que hacía años no ocurría.
Yo no sonreía. Nunca lo hacía, y ahora bastaba con ver el rostro de este ser de viento para sentir que mi entorno no importaba, que yo era simplemente yo, abstraída en el macho que me miraba con pasión, con la más absoluta devoción.
—¿Sabías que luces hermosísima sonriendo de esa manera, sol del amanecer? —lo dice de forma dulce, de forma que, no me cabe la menor duda, es eso lo que ve en mí, eso represento para él.
Ghira carraspea la garganta, llamando mi atención, Demian continua mirándome de esa manera tan intensa; bien podría partir el hielo del más crudo de los inviernos.
—¿Te importa si charlamos un momento afuera, Amaya? —me pregunta mi amiga, con un deje de enojo que no me pasa desapercibido, arrojando miradas asesinas hacia el halcón que no deja de verme con vehemencia.
Sin esperar mi opinión, se acerca a mí para tomarme del brazo con fuerza y me guía hasta la salida, guiándome al jardín lleno de rosas.
—¡¿Qué carajos te está pasando?! ¡¿Ahora te sonrojas?! ¡¿Ahora sonríes ante el enemigo y te embelesas en su presencia?! —está muy alterada, no deja de parlotear, de gritar, de enjuiciarme ante los hechos que se ha visto obligada a presenciar durante una semana entera.
—Sabes lo que pienso, sabes que lo que quiero es dejarle ir, verle bien —le recuerdo, aunque sé que en el fondo ella ha podido comprobar esa energía que emana de Demian a mí cuando estamos cerca. Pareciera que ambos la transpiramos, la respiramos.
—¡No pretendas verme la cara de estúpida, Amaya! —me grita. Hay decepción en cada sílaba—. Jamás te había visto mirar a ninguna persona como lo haces con ese halcón, ni siquiera a Samael —deduce, asustada, furiosa, son muchas las emociones que pasan por sus muecas—. Estás sintiendo algo por esa cosa, te estás enamorando de él.
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Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZON
RomanceDos clanes rivales en guerra. Dos enemigos mortales sintiendo una extraña atracción. Dos enemigos dispuestos a dar su vida el uno por el otro.