BEMALI, FRONTERA CON LA NACIÓN DE LOS LOBOS
Espero pacientemente a la orilla del lago, donde cae esa cascada de agua fría que separa nuestras fronteras, como un puente entre dos mundos que no pueden entenderse.
Ya se ha tomado demasiado tiempo, más del necesario. Le he pedido que no vuele bajo, le he pedido que se mantenga al aire y que no permita ser divisado por las jaurías, pero ha pasado tanto tiempo que me temo lo peor, atribuyendo que lo más acorde sería ir por él, buscarle y traerle de vuelta.
Esta no había sido la mejor de mis ideas, pero estaba desesperado. Cuando Dershan me descubrió tratando de cruzar a la nación de Nalenjem, me detuvo, objetando que no podía ser yo el que fuese allá, que no podía arriesgarme de esa manera siendo ahora quien soy.
—Ya ha tardado demasiado —le indico a mi hermano mayor, quien gira una espada sobre el pasto varias veces, no deja de observar la marca que ha recalcado la punta de su arma en los suelos.
—También lo creo —me responde. Su seriedad es un claro asomo de su impotencia, de algo que no quiere mostrar.
—Tal vez fue descubierto —no dejo de ver la caída del agua, una secuencia imperturbable de brisa acuática, fresca, sonora, algo venido directo de lo alto de las montañas puntiagudas, esas que dividen nuestro mundo con Nalenjem.
—De ser así, ya debe estar muerto, milord —aclara, llamándome de esa manera a la que no podía acostumbrarme.
Padre nos había convocado el día posterior a nuestra llegada. No me sentía recompuesto en absoluto, me sentía perdido, abatido, quebrado de mil maneras posibles, sin mencionar ese dolor que parecía querer quemarme desde adentro, para luego reducirme al simple polvo.
Le había llorado, le había añorado, le había gritado, nada era útil tratándose de Amaya, nada me hizo salir de mi estado para asimilar los cambios que se estaban tomando.
Pero como había pedido mi padre, al día siguiente me incliné frente a él y traté de calmar el tsunami que golpeaba las playas de mi pecho.
—He tomado una decisión —nos indicó nuestro padre, al tiempo que los tres asentimos, asegurando que estaríamos conformes con su laudo—. Dennis, Dershan, han cumplido cada una de sus tareas, han sido leales, complacientes, excelentes hijos, pero mi decisión va enfocada a aquel que ha traído el corazón de la loba, aquel que asegura la paz entre nuestros clanes y una alianza irrevocable —levanté el rostro para verle, sus ojos naranja rodeados por pestañas grisáceas y cejas muy pobladas en color blanco, me miraban directamente. Había mucho amor en su gesto, comprensión, devoción por nosotros—. Demian, hijo, el valor de un soberano remonta del interior. La guerra, la estrategia y el respeto que muestras por nuestra gente, me ha llevado a mirarte desde que fuiste un niño, siendo el más observador de los tres, pero la virtud que muestras por la loba, es lo que me ha llevado a elegirte a ti como nuestro nuevo lord halcón.
En ese momento, sentí que la vida me daba la vuelta, una completa, jamás podría abandonar mi puesto, jamás podría dejar a los míos, jamás podría volver a su lado a menos que ella tomase su trono, a menos que ella terminara con la guerra y que las fronteras fueran abiertas.
Ya no la vería, no hasta que Chantal muriera y Amaya tomase el poder e, incluso así, pondría en duda el hecho de volver a verle, ya que ella se debería a Nalenjem y yo a Bemali. Tal vez jamás podría volver a estar a su lado.
Me lamenté por ello, mucho, tanto como el mismo calor del infierno se sentía bajo las suelas de mis botas, tanto como el vacío de mi cuerpo alcanzaba a colmarme de un dolor abrasivo y constante.
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Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZON
RomanceDos clanes rivales en guerra. Dos enemigos mortales sintiendo una extraña atracción. Dos enemigos dispuestos a dar su vida el uno por el otro.