42. Demian

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 BEMALI. TIERRA DE LOS HALCONES.

Amaya y yo manteníamos una extraña conexión, una en donde parecía que la batalla a nuestro al rededor se diluía, hasta el punto en que solo nos encontrábamos ella y yo en medio de nebulosas. Sin embargo, en simples instantes la vi al borde de la desesperación, obligada a moverse más rápido de lo que mis ojos pueden adaptarse. Se mueve de forma violenta, tan efímera como la caída de un rayo desde las alturas de los cielos, poco apreciable y fugaz.

En simples segundos es que puedo concebir su calor frente a mí, cubriéndome con su pelaje manchado en sangre. Su cuerpo en transformación iguala el mío sin el menor de los problemas, tanto que imposibilita mi rango de visión extensa para centrarme únicamente en ella, en mi loba.

Yo le toco los costados, buscando su calor entre el pelaje blanco. Estoy disperso, distraído, sin comprender lo que pretende, lo que quiere hacer. No lo entiendo hasta que se manifiesta el sonido de una flecha rompiendo el aire, despejando los caminos para impactar en un solo objetivo. Cuando el elemento de plata da en el blanco, siento cómo Amaya absorbe el tiro, arqueando el pecho peludo en mi dirección, plasmando un gesto de dolor que me descoloca por completo, porque poco puedo comprender lo que ha pasado, todo ha sido demasiado rápido.

El aullido que precede al impacto es algo que jamás podría olvidar. La loba se deja caer, perdiendo todo el aplomo que poseía. El cambio de bestia a la mujer se da en segundos, hasta el punto en que ese menudo cuerpo es ahora el que se encuentra entre mis brazos.

Al ser consciente de lo que ha sucedido, me dejo caer de rodillas, tratando de posicionar a Amaya de costado, recibiendo la peor visión de todas, una donde su espalda llena de cicatrices ha sido la diana de recepción a una flecha, una que era dirigida a mí, una que era para mí.

La ira me invade, me consume. Mi respiración se agita, me falta el aire. No puedo dejar de ver su herida, no puedo dejar de ver esa flecha que ha sido forjada en mis armerías clavada en la mujer que amo, como si no fuese nada, como si se tratara de simple carne.

Me pongo de pie, no pienso mucho las cosas, el enojo es demasiado, veo todo en tono rojo, veo todo de forma irracional; no se aclara, no mengua, me imposibilita a distinguir más allá de mi sentido de resarcimiento. Los pies me llevan hasta estar delante del macho que se ha atrevido a disparar, me llevan a ese lobo que me ve orgulloso desde el suelo al saber que ha provocado mi dolor; su propósito era herirme y lo ha conseguido al lastimarla a ella. Él lo sabe, su sonrisa ensangrentada me lo grita, sus ojos brillan vanidosos. Yo solo pienso en borrarle la sonrisa para siempre, en ponerle fin a su existencia, ya que en este mismo momento me enferma.

El arco a mi espalda adquiere un nuevo peso, tanto como para sentir que me llama, que me incita. Mis manos adquieren consciencia propia al tomarlo con la destreza requerida. Mis dedos inclinan el ángulo, sosteniendo la flecha en mi flanco para atestar un tiro en el centro de esa boca burlona.

Un grito de furia sale de mi garganta, al tiempo que mis manos siguen arrojándole flecha tras flecha, hasta que ya no encuentro una más que atestar. El arrojo no ha desinhibido mi furia y la frustración que me ha provocado el acto, no encuentro paz en la venganza que he labrado.

—Demian... —escucho su dulce voz, apenas es un susurro que me hace entrar en razón, que me devuelve los pies a la tierra y me permite entender que mi lugar era a su lado.

Ahora ella me necesitaba.

—¿Amaya? —susurro, sentándome a su lado; luce más disipada que enérgica. Me mira de vez en cuando, luego su vista se pierde en lo cercano, en los hechos desarrollados en nuestro entorno, en la batalla que se ha sembrado en los últimos minutos—. ¿Por qué lo hiciste? Fue muy estúpido. ¡¿Por qué lo hiciste?! No debiste ponerte en medio, yo... —ni siquiera sabía qué decir. Estoy muy asustado, si no fuese porque mi respiración es agitada, estaría seguro de haber perdido la capacidad de ejecutar algo tan natural.

Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora