CORTE DE BEMALI.
—Creímos que estabas muerto —expresa Dershan y, aunque lo dice en son de burla, noto cierto deje de consternación por debajo. Había pasado una semana sin dar señal de mi paradero, sin poder comunicarme con mi familia e informar que me encontraba bien.
—¡Eres un maldito! ¡Estúpido! ¡Insensato! —grita Dennis, marcando el mismo ritmo mientras avanza por la extensión de mi habitación. Él parecía ser el más afectado por mi desaparición, el que no puede contener la preocupación que albergó, ya que en cuanto puse un pie en el palacio, fue el primero que se arrojó a mis brazos y sollozó. Luego de la bienvenida de Dennis me cayó una golpiza de miedo y es que así era mi hermano menor, él podía ser indulgente, sereno y reflexivo, pero bastaba con que movieses un poco la base de su quietud para que cayera a kilómetros de su razón. Basta con que Dennis experimente el miedo de la pérdida para que su buen juicio se venga abajo—. ¡Moría de la preocupación, imbécil! ¡¿Sabes todas las estupideces que pasaron por mi cabeza?!
Me río de mi hermano menor, quien ni siquiera me permite expresarme debidamente, no me ha dejado contar nada. Mis dos hermanos parecen arrojarme fuego por los ojos cuando notan mi pequeña indiscreción, tomando a gracia la feliz bienvenida que me han otorgado.
—Te hacíamos cocinado en el estofado de la cosecha de los lobos, Demian, es algo serio, no juegues con esto... —indica Dershan, yo no puedo evitar reír de su hipótesis, ya que ni siquiera estábamos en la semana lunar y es bien sabido que hasta ese momento los lobos se tomaban ese tipo de arquetipos. Dejo caer mi agotado cuerpo en el colchón. De inmediato siento mi espalda reconfortada, mis alas vivificadas y mi cadera reforzada, un efecto que tenía mi cama sobre un cuerpo que usualmente estaba al filo del combate—. Dinos en dónde estabas —me insta mi hermano mayor, yo suspiro, sabiendo que mi trayecto de vuelta a casa no era la parte difícil, sino el tratar de dar nombre a lo que estaba experimentando, a lo que había vivido la última semana.
—No van a creerlo cuando se los diga —me tallo el rostro, buscando desarreglar la picazón que ejerce la presión de la verdad sobre mí. No me sentía capaz de explicar algo tan inverosímil.
—Pruébanos —dice Dennis, cruzándose de brazos para luego recargar sus alas en el muro que está justo frente a mí. Dershan se pone a los pies de la cama, metiendo las manos a los bolsillos de su pantalón oscuro, sus alas se encuentra rígidas y sus ojos naranja son fijos. Ambos esperan mi respuesta. Me intimidan con su manera de observarme; inquisitivos, apremiantes y por un momento me siento tentado a no ser honesto.
—Antes de decir cualquier cosa, necesito que sean objetivos y que tengan la mente abierta sobre esto, porque les volará la cabeza saberlo, estoy seguro de ello. También necesito asegurar algo importante y es el que no sé si mencionarle lo ocurrido a nuestro lord.
—¡Ya dinos, carajo! —grita Dershan, exasperado, crispado porque les empiece a narrar lo sucedido. Yo me encojo en mi lugar, sabiendo que esto iba a ser difícil de creer, incluso si lo pienso, me suena efímero e inconsistente, como si no lo creyese del todo, como si todo hubiese sido un sueño... uno muy bueno.
—Ustedes lo pidieron... —comienzo por contarles de mi guardia por nuestros bosques al lado de mis hombres, de cómo fuimos atacados en ese prado y cómo uno a uno fuimos derribados. Les cuento de esas armas extrañas, emitiendo un estruendo ensordecedor.
—Ninguno de tu grupo volvió. Pasados los días, los dimos por muertos —dice Dennis, afligido al haber dado por sentado aquello.
—No tuvieron oportunidad de hacerlo —expreso. Sabía que mi vuelta a casa era un milagro. El que Amaya me hubiese encontrado era el hecho más extraordinario.
Mis hermanos permanecen en silencio mientras cuento lo sucedido, sus rostros son lo único que delata su verdadera incertidumbre sobre los hechos, sobre el peligro y el caso de seres extraños invadiendo nuestras tierras.
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Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZON
RomanceDos clanes rivales en guerra. Dos enemigos mortales sintiendo una extraña atracción. Dos enemigos dispuestos a dar su vida el uno por el otro.