13. Demian

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PUEBLO DE BEMALI.

En el reino había varios centros de entretenimiento, a donde Dershan solía acudir para disfrutar de la compañía de sus compañeros de armas o incluso el de alguna dama que gustase de bailar hasta el amanecer, tal vez danzar por encima de los árboles, hasta que la luna dejase de resplandecer. Si debías hallarle, el sitio más fehaciente para encontrarle sería el corazón de la ciudad de Bemali.

Mi hermano era el único de los tres hermanos Zarek en disfrutar de la vida nocturna que te mostraba nuestra sociedad, siendo estos lugares conocidos por su música arrebatadora, por los instrumentos variados y por el ambiente relajado que solía albergar a sus visitantes; buena bebida, nuevas amistades, chicas danzantes y más que dispuestas a conocer machos. Era una combinación explosiva para los gustos de Dershan, quien no deja de admirar a las parejas que se rozan al centro de la pista, bailando, siguiendo el ritmo del tambor y la flauta.

Dershan disfruta como nadie de las secuencias que se desarrollan en la pista de baile. Yo permanezco estático, sin dejar de ver el tarro que anteriormente alguien ha colocado frente mí, sin poder dar un trago sin sentir que la amargura no solo es expuesta a mi sentido del gusto, sino a mi incansable manera de recordar las reacciones de mi padre. Pocas veces se mostraba vulnerable, pero a últimas fechas, parecía más frágil; eso me preocupaba en gran medida.

Desde aquella conversación que mantuvimos en el salón del trono, yo no había tocado el tema de los invasores con él, nuestro padre ya era bastante mayor y no deseaba que su salud se viese mancillada por mi causa.

Desde el instante en que vi su pena, me juré estar con los ojos abiertos, pendiente de que otro ataque se suscitase, sobre todo, investigaría, volvería al lugar donde todo aconteció y recuperaría datos, encontraría pistas que me llevasen hasta esos seres frágiles, pero que al mismo tiempo eran letales. Conseguiría descubrir su frente débil y así preparar a mi gente.

Tomaría las riendas y ejecutaría mis propios planes, mismos donde mi padre no tuviese que preocuparse por el bienestar del pueblo, unos donde toda la responsabilidad recayese en mis hombros y en los de mis hermanos.

Suspiro, recordando ese encuentro con mi padre, sabiendo que ocultaba cosas, de la misma forma en que yo no pude ser completamente sincero; de haberlo sido, habría admitido que no dejo de pensar en una mujer que debería ser nuestro enemigo, que me paso las noches añorando su calor y su aroma, que no existe un solo día en que no añore las conversaciones mantenidas y sus sonrisas.

No todas mis preocupaciones se hallaban en ese campo de batalla, también estaban puestas en la luna y lo que para mí representaba. Cada noche, salía hasta mi balcón y la observaba, descubriendo que el tono era el mismo que el de los ojos de Amaya; la guerrera que aullaba a la luna, la guerrera que había logrado meterse debajo de mi piel.

Levanto la mirada al sentirme observado, Dershan ya no prestaba atención a los bailarines, sino que me escruta, de la misma manera en que nuestro hermano menor me distingue. No puedo sentirme tranquilo, no cuando me ven de esa manera, es como si pudiesen ver a través de mi piel, como si pudiesen colarse en mis pensamientos y leer exactamente lo que pienso.

Yo no había vuelto a hablar del tema después de la explicación a mis hermanos, hacía poco más de un trimestre, pero verme tan perdido en mis propios pensamientos, ha sido suficiente para que mi hermano mayor buscase la manera de distraerme, ¿y qué mejor manera para aclarar las ideas de un hombre, si no era ensordecido por la música? Según la ideología de Dershan, esa era la técnica infalible para enterrar cualquier problema.

Una mujer alada pasa a mi lado, batiendo su plumaje en mi nariz, acto con el que apreciamos linaje, color e incluso sabor de lo que puede ser un encuentro con una pareja sexual, algo que las chicas de mi especie hacen por instinto.

Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora