CASTILLO LANCASTER.
AL ESTE DE BEMALI.
Hay un cambio en el ambiente, un olor diferente.
Podré estar herida, pero mis sentidos son agudos incluso siendo un ser sin características bestiales.
Podía asegurar que se trataba de los hermanos de Demian, los hijos de Exton, los hijos de la casa Zarek. Los había olfateado perfectamente durante la batalla y estando detrás de las rejas. Ahora los sentía cerca, muy cerca, mas decido no moverme, no dar señales de estar despierta para poder indagar libremente en lo que necesitan, en lo que vienen a hacer a mi celda.
—Demian... —nombran al halcón en susurros, el mismo halcón que se aferra a mi cuerpo como si no hubiese nada en el mundo más grato que mantenerse anclado a mí. Tratan de evitar que yo despierte o me percate de que han descubierto a su hermano dormido a mi lado, así que aprieto los ojos y finjo que no he escuchado nada, interesada en lo que sucedería a continuación.
Demian ha tratando de darme algo de calor toda la noche, sin conocer que mi especie es cálida de nacimiento, que no necesitamos prender una hoguera en medio del bosque para sentirnos cubiertos por un manto de fuego. Nos basta con solo respirar.
No lo expresé, no le dije que no era necesario cubrirme y abrazarme, que mi manera de atar mis piernas no era porque tuviese frío, sino porque en el fondo estaba asustada; por mi hermana, por la cría, por un destino tan poco amable. No le prohibí acercarse porque quería ser reconfortada, porque le había extrañado, aunque no lo admitiría. A un poco más de medio año de no haberle visto, ahora sentía que mi equilibrio volvía y quería aferrarme a mi locura por una noche, disfrutando de lo maravilloso que era sentirle junto a mí.
—Demian —habla el otro, el musculoso, el que posee la voz más gruesa de los tres.
Siento al halcón a mi lado removerse para alzar la cabeza.
—¿Qué carajos quieren? —se deja caer nuevamente y lo siento estirarse con ligereza, procurando no moverme demasiado, es incluso delicado. Tal vez trata de no propiciar el dolor de mis heridas recién curtidas.
—Sal de ahí, resolveremos el inconveniente por la tarde —dice el otro.
—No van a ponerle un maldito collar —le reprocha, suena hastiado de hablar—. Si me disculpan, voy a tratar de dormir un poco más. No ha sido la mejor de mis noches —afirma, girando su cuerpo y atrayéndome nuevamente a su pecho.
Me mantengo lánguida, inmóvil, mientras sus fuertes brazos me mantienen pegada a él, como si con eso pretendiese protegerme de todos, incluidos sus hermanos.
—Necesitamos hablar —indica el de la voz más regulada.
—¿Por qué no van a molestar a alguien que sí le interese? —le expresa, muy quitado de la pena, como si sus hermanos fuesen intrusos en su preciado espacio.
—Alguien amaneció de buen humor... —le espeta el musculoso.
—No gracias a ustedes. ¡Largo! —casi gruñe.
—No seas necio —alguno de los dos abre la reja—. Hablemos y resolvamos esto arriba. Vas a despertarla y necesita descansar.
—Exacto —alza ligeramente la voz, aunque todavía trata de regularla—, necesita descansar y este no es el mejor lugar para hacerlo. Déjenme llevarla a una habitación para poder cuidar de ella correctamente.
—Ya lo estamos resolviendo. Por favor, ven —le pide el que ya debe estar adentro de la celda. Se le escucha demasiado cerca, su aroma es más potente que el del otro macho.
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Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZON
RomanceDos clanes rivales en guerra. Dos enemigos mortales sintiendo una extraña atracción. Dos enemigos dispuestos a dar su vida el uno por el otro.