30. Demian

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CIUDAD DE BEMALI.


El vuelo de regreso ha sido lo más difícil que he tenido que hacer en toda mi vida.

Innumerables veces me han herido, me han clavado lanzas, cortado con cuchillos, me han quebrado huesos y lastimado con armas que escupen fuego, pero no podría comparar el dolor que siento ahora mismo con todos ellos, ya que este era tan profundo que podría morir en el trayecto.

—Debes seguir adelante, hermanito —me pide Dershan, volando cerca de mí, percibiendo cuán abatido me siento, cuán débil y frágil ahora me percibo.

No respondo, si lo hago podría perder el sentido y dejarme caer al suelo. Era extraño, pero el dolor se había vuelto físico.

El palacio de nuestro padre se visualiza a la distancia, un enorme elemento arquitectónico en color marfil, revestidas de acero forjado hace siglos por nuestros ancestros. Un sitio, como todos nuestros pueblos, resguardado por los poderosos árboles de troncos gigantescos. La ciudadela principal de Bemali, la cuna del clan de los halcones.

En cuanto ponemos los pies en la tierra, siento mis rodillas temblar. Estoy completamente lánguido y siento mi vida haber perdido sentido y orientación. Mis hermanos se ven obligados a sostenerme para no permitirme caer sobre el mármol de los finos pisos, como siempre ha sido.

—Debemos ir ante Padre, Demian, no puedes dejarte vencer. Serás el futuro lord de Bemali, no vas a abandonar a tu gente. Aprende de Amaya y vive tu vida como mejor puedas —recomienda Dennis, aferrándose a mi brazo.

Al escuchar su nombre se me nubla la vista, me siento derrotado, completamente dolido. Trato de respirar para no soltarme a llorar frente a ellos como un pequeño niño.

—Vas a estar bien, hermanito —me dice Dershan, quien se ha dirigido a mí con seriedad, sin deje de burla.

—No voy a poder sin ella —les confieso, apretando los ojos, percibiendo mis pestañas humedecidas.

Siento un fuerte nudo en la garganta, como si hubiesen metido hierro ardiente por mi boca y estuviese quemando mi esófago con potencia.

—Vas a poder —dice Dershan, sin soltarme—. Tal vez ahora no, tal vez tengas que llorarle por varias lunas antes de sentirte otra vez tú mismo, pero en este momento Padre nos espera. Lleva el corazón de la loba ante él y reclama el trono, Demian —ahora sí suelto esas lágrimas que inútilmente traté de evitar liberar. Se sienten como el ácido al contacto con mi piel, hierven, quemando cada parte de mi carne. Mi dolor estaba expuesto, me sentía exhibido en todo sentido, siendo mis hermanos los testigos principales de lo que fue mi romance fallido con el enemigo.

La piel de mis extremidades superiores también me pincha, me quema, el dolor es imperioso, es como si la luz me castigara por no unirme a quien se me ha indicado. No puedo evitar frotar mis manos, precisando desaparecer la picazón.

—Van a molestarte por varias lunas, pero el dolor se vuelve soportable con el paso del tiempo, créeme —me dice Dennis, levantando su mano. Ahora mismo puedo apreciar esas marcas, visibles, orgullosas. Los símbolos de la luz, de alguien que aceptó su destino y tomó lo que sintió.

—¿Por qué duele tanto? —pregunto sollozante. Siento vergüenza por ello, porque me siento indefenso, el que no puede con la adversidad del mundo y yo jamás me permití caer de esta manera frente a ellos. Hasta ahora.

—Porque es real, porque la luz te guio, sin importar haber cerrado el trato o no. Amaya es tu pareja, ya has elegido, era ella quien tenía que decir sí...

Sol del Amanecer ©/YA A LA VENTA EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora