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-No entiendo porque no me has dejado traer a Trevor.-Miré aburrida por la ventanilla.

Hayes bufó y me apartó la muñeca de la cara. Le miré mal y le pegué un empujón en el hombro.

-Te he dicho siete veces que no podíamos, el coche está lleno.-Negó con una sonrisa.-Aparte, ese subnormal va a estar jodiendonos toda la fiesta.

Le volví a empujar y me acomodé en el asiento. Rachel se levantó para vernos y sonrió enternecida. Le lancé una mirada de advertencia que ella ignoró.

-Que lindos.-Suspiró exageradamente.

Le tiré un trozo de papel que no sabía de donde diablos había salido y ella se volvió a sentar correctamente para comerle la cara a su novio. Asqueroso. Sencillamente, asqueroso.

[...]

-Hemos llegado.-Anunció Hayes al entrar por la puerta y desparramar mi mochila y la suya por algún lugar de la entrada.

La casa del padre de los Grier era preciosa, enorme y lujosa. La gran entrada tenía un amplio pasillo dando por un lado una puertas correderas blancas y por el otro unas similares, dejando ver al final unas escaleras, parte de la cocina americana y una especie de puerta hacia el jardín trasero.
El repiqueteo de los tacones de alguien se aproxima desde las puertas correderas que parecían dar a la sala de estar. Una mujer de un pelo rubio teñido he inpecable se asomó con algo de descaro. Parecía que rondaría los treinta años, pero las arrugas alrededor de la boca y los labios hinchados de botox me hicieron notar que tendría unos diez años más de lo que me esperaba. Sentí a Hayes hacer una mínima mueca desagradable, sustituyéndola por una sonrisa falsa antes de que ella se diera cuenta. La mujer soltó un pequeño y agudo chillido que me explotó los tímpanos y se abalanzó sobre el chico para abrazarle. Él a duras penas le correspondió y volvió a sonreír con falsedad al separarse.

-¡Hayes! ¡Como has crecido!-Exclamó ella con esa voz incluso más chillona que la mía.

-Nila, solo han pasado tres semanas.-Él negó con una pequeña risa.

Ella sonrió, ingenua, y apartó sus ojos de Hayes hasta mí. Tenía los ojos azules, pero sin duda no del azul característico de los Grier; era apagado y sumamente frío. Aquella mujer parecía querer matarme con la mirada o algo por el estilo. Aparté la vista y miré a Hayes para que me sacara del aprieto.

-Ah, ella es Nila, mi madrastra.-La señaló para luego mirarla a ella.-Esta es...

-Skylar O'Neil.-Le interrumpí con una sonrisa perspicaz.

Nila entrecerró los ojos minuciosamente. Si a Hayes no le caía bien, que sepa que no es el único. Entreabrió los labios para decir algo que apostaba que no sería para nada agradable, aunque eso nunca llegamos a saberlo porque Nash apareció en escena, como siempre.

-¡Hey Nila!-Corrió a saludar con los chicos detrás suyo.

Nacho Griego, te debo una de las grandes idiota.
Los chicos se fueron presentando a excepción de Cam y Carter, que parecían haber pisado esta casa varias veces. Me picaba el brazo, o simplemente me sentía incomoda con esa mujer mirándome de reojo. Un brazo tiró de mí, arrastrándome. Era la mano de Hayes la que se envolvía en mi piel, la que me llevaba a algún lugar recóndito de la casa desconocida para mi. Sus pisadas eran algo desesperadas, y aumentaron al subir las escaleras. Debería asustarme, no sé, un chico de mi edad me está llevando medio que a la fuerza al piso de arriba de su enorme casa cuando, al parecer, el resto de las personas a nuestro alrededor se encuentran abajo. Sin embargo no hago nada. Vamos, es Hayes, nunca me haría nada. Y si lo intentaba, podía patearle.
El piso de arriba no defrauda mis expectativas sobre la casa; es enorme. Nada mas al acabar las escaleras hay un enorme ventanal lo suficientemente grande para que puedan pasar dos personas a la vez sin casi hacer esfuerzo. El pasillo sigue siendo bastante grande, a pesar que menos de la mitad de su largura está dividido en dos por culpa de la escalera. Me da tiempo de rozar con mis dedos el papel crema de la pared, el cual parece estar repartido por toda la casa. Diversas puertas se reparten alrededor nuestro, aunque pasamos tan rápido que no llego a leer los pequeños letreros que hay en cada uno. Solo consigo distinguir la puerta de Hayes, y sé que es la suya porque es la única pintada de un color azul cielo y con una enorme pegatina que decía "NO ENTRAR". Demasiado de película comercial. Antes de reaccionar ya hemos entrado a la última habitación, la que parece ser una sala de estar.

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