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Capítulo 38: Outside.





–¡Cumpleaños f..!

–¡No! Ni se os ocurra cantarla.–Exigí justo después de sentarme en el comedor con mi desayuno.


Mis amigos se miraron burlones entre ellos. Me tapé los oídos, los ojos, la cara, la cabeza en general. Si hubiera podido la habría enterrado bajo tierra, pero no era algo posible. Comenzaron a cantar la odiosa canción de cumpleaños a pleno pulmón, llamando la atención, otra vez. Yo solo mantenía mi cara pegada a la mesa de plástico mientras me cubría con un brazo y levantaba el dedo medio del otro. Cuando acabó el momento incomodo los miré a todos con odio, ocultando una pequeña sonrisa que amenazaba por salir.

Cuando desperté me encontré a Rachel en mi cama, poniendo voz masculina mientras decía que era Hayes y me levantara. La había escuchado en sueños, por lo que al despertar y ver a alguien en mi cama casi me caigo de bruces al suelo. Luego me percaté que era ella y la empujé, consiguiendo que se comiera la moqueta de nuestro cuarto.

Memorable historia.

Después de un rato haciendo el idiota en el desayuno, cada uno fue a su clase correspondiente. A mí me tocaba biología junto a Hayes. La verdad que no hacíamos nunca nada en esa clase; el profesor se la pasaba explicando y nosotros haciendo que atendíamos. Ese día no fue la excepción, así que Hayes y yo nos recostamos sobre nuestros pupitres para descansar. Al fin y al cabo, estuvimos hasta madruga fuera.


–¿Estás viva?–Murmuró jugueteando con un mecho dorado de mi cabello, con su mejilla aplastada contra la mesa.

–Si esta fase del aburrimiento es estar viva, sí.–Contesté por lo bajo, observando su rostro en la misma posición que él estaba.


Entreabrió sus labios para decir algo, pero fue interrumpido por el altavoz que anunciaba que tenía una llamada en secretaría. No me sorprendió; estaba segura de que era mi familia que quería felicitarme. Me levanté de la mesa y le hice una seña al profesor. Le revolví el cabello a Hayes al pasar por su lado y salí en dirección a la entrada del edificio. Al descolgar el teléfono lo primero que escuché fueron los gritos de toda mi familia que vivía en Miami felicitándome el cumpleaños. Hablé un poco con cada uno, acordando que ya en sábado nos reuniríamos. Después de colgar salí de la cabina lista para marcharme cuando la voz de la secretaria me detuvo.


–Srta. O'Neil, tiene una llamada en espera.


Arrugué la nariz ante aquello y volví a la cabina algo confundida ¿Quién más podría llamarme?


–¿Si?

– Feliz cumpleaños, mi bebé ¿cómo estás?


Aquella era la voz empalagosa de mi madre. Rodé los ojos ¿Es qué no entendía que hoy cumplía quince años? ¡Ya no era un maldito bebé!


– Mama, no soy un bebé.–Me quejé, pero al no oír nada del otro lado añadí con tono de fastidio.–– Estoy bien.

– ¿Te felicitaron tus amigos?¿Te felicitó tu novio?


Una punzada me atravesó el pecho. Hayes para mi mala suerte no era mi novio.


–No tengo novio.–Me apresuré a contestar.

–Eso dices tú, como yo me entere...–Empezó a decir. Yo ni le prestaba caso a lo que decía mi madre ya que estaba divagando en Hayes y yo la noche anterior.–Skylar, ¿me estás escuchando?

–¿Qué? No ¿Qué decías?–Respondí aburrida mientras miraba mis uñas.


La oí murmurar un par de cosas -que por el tono estaba claro que no era nada bonito- y volvió a pegarse el micrófono del teléfono a la boca, rompiéndome los tímpanos.


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