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Capítulo 31: El código.

Hablaba animadamente con Cameron de camino a la residencia antigua de personal. El resto iban a nuestro alrededor, aunque nosotros estábamos específicamente teniendo nuestra conversación privada.

—Yo soy malísima para la actuación, lo único que sé hacer es mentir.—Bromeé consiguiendo que los dos riéramos.

—¿Pero realmente lo has intentado? No esperes que te salga algo maravilloso la primera vez que lo intentes.—Comentó él.—Quizás ahora le teatro no te parezca lo tuyo, pero quizás si lo pruebas podría gustarte.

—No sé, no sé.—Negué con la cabeza.—Creo que lo mío es arte, la música, la lectura y eso ¿Qué es lo tuyo?

Pareció pensarlo durante unos segundos y después respondió con una blanquecina y gigantesca sonrisa.

—El teatro, los deportes en general, el entretenimiento, el periodismo, el paintball...—Enumeró con sus dedos.

—Amo y odio el paintball.—Murmuré interrumpiéndole. Me miró extrañado.—Es que en el viaje que hicimos a finales de sexto fuimos a un campo de paintball, y se me daba muy bien, hasta que un chico del equipo contrario se infiltró detrás de nuestro campo y me disparó tres veces desde menos de quince metros; me quedaron marcas redondas en el codo, mano y muslo durante días.

Cameron hizo una mueca, como imaginándose el dolor. Sí, cuando te disparaban una bola de paintball más cerca de 15 metros, dolía bastante. Las marcas se quedaban impresas en tu piel durante días, con un fuerte color rojizo e hinchazón. Mis balas de goma hacia lo mismo la tiraras de donde la tiraras, lo que la marca era mucho más pequeña.

—Bueno, que eras buena con las armas ya lo sabía.—Dijo él de momento. En el próximo trimestre será genial tenerte, tendremos una prueba de paintball ¿crees estar lista para ello?

—¿Por quién me tomas? Estoy lista para todo.—Me mofé.

—Esperemos que estés lista para esto.—Intervino Hayes tomándome del brazo y arrastrándome junto a él.

¿En qué momento se había acercado? Bueno, eso no importaba. Ahora me debía concentrar en que mis piernas se movieran al acelerado paso de Hayes.
La residencia mantenía solo dos plantas. Revisamos las ventanas hasta que notamos que una de las puertas de emergencia estaba tan derruida que pareciera que se desplomaría al suelo en cualquier momento. Entre los chicos empujaron la puerta y Carter se ofreció a ir delante a pesar de la engullidora oscuridad. Nadie se opuso y el resto lo seguimos como si él fuese el pastor y nosotros el rebaño. Por alguna razón Hayes no soltaba mi brazo, pero su agarre suave me proporcionaba caricias de las que él ni cuenta se daba y eso me hacía sentir cómoda.

—Debemos dividirnos.—Sugirió Nash.

¿Soy la única que piensa que si esto fuera una película de miedo el sería el primero en morir? Ah no, que Carter al ser asiático tenía preferencia. En fin. Si fuera una película de terror Nash sería el segundo en morir, por idiota. Y Claire la tercera, por rubia. Ya el resto moriríamos de manera aleatoria, pero lo más probable es que Hayes, Rachel, Cameron y yo fuéramos los más propensos a sobrevivir.
¿De qué estábamos hablando?
Ah sí, que Nash quería que nos separáramos.

—¿Grupos de cuatro está bien?—Preguntó Carter.

—Yo con Sky.—Se aventuró a decir Camille intentando acercarse a mí, pero Nash la tomó de la cintura y la levanto del suelo, posicionándola en la dirección contraria.—¿Qué haces estúpido?

—Tú vienes conmigo, y lo sabes.—Respondió él con una deslumbrante sonrisa.

Camille puso los ojos en blanco y le golpeó en el brazo, pero no opuso resistencia.
Daniel se acercó a mí con las manos en los bolsillos.

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