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Capítulo 42: San Valentín Sangriento.





–Estas tostadas están quemadas, Shawn.–Se quejó Rachel dejando un trozo de tostada en el plato.

–Se me pasaron de tiempo.–Se excusó su novio.


Me metí una cucharada de cereales a la boca mientras les miraba aburrida. Después de tragar solté un bostezo y me recargué en la mesa de la cafetería. La verdad es que la noche anterior me había quedado dormida más tarde de lo que pretendía, todo por culpa de que me puse a leer hasta tarde. Observé pulular a alumnos del consejo estudiantil con obsequios de aquí para allí. Me recordaban a las chinas que solían vender espadas con luces y otros juguetes por los restaurantes y bares de mi pueblo. Uno de ellos era Trevor, quien portaba rosas rojas y tenía una sonrisa en su cara a pesar de la hora que era. Obviamente, todo aquello, se debía a que el día siguiente sería San Valentín.


–Odio San Valentín.–Musité por lo bajo.

–¿Entonces no quieres ningún regalo ñoño de tu novio?


Levanté la vista y me encontré a Hayes, que acababa de llegar, al lado mío. Antes de que pudiera contestar me dio un casto beso en los labios y seguido dijo un "buenos días". Rachel se burló y Cameron dijo que no hacía falta que restregáramos nuestro amor. Yo regañé a Hayes por tomarme por sorpresa pero acabé por ceder y saludarlo también. Nash llegó apresurado y se sentó al lado de Shawn.


–Camille no anda por aquí, ¿cierto?

–Nope.

–Perfecto.–Nash suspiró con alivio.


Su hermano le miró raro y me robó de mis cereales. Le pegué en el brazo pero él solo se rió. Hayes paró de reír y le lanzó una mirada seria a su hermano.


–¿Qué has hecho ahora?–Lo apuntó con la cuchara.


Nash sonrió nervioso y jugó con sus dedos.


–Más bien...qué no he hecho.

–Suelta por esa boquita.–Esta vez le apuntó Cameron.

–El caso es que no sé que hacer en San Valentín con Mille.

–Si Carter estuviera aquí te diría que la llevaras a un motel.–Contesté yo.

–Eso es asqueroso.–Rache hizo una mueca.


Continuamos hablando de citas horribles a las que sin duda no debería llevar a Camille hasta que tocó la campana y todos tuvimos que ir a diferentes. A Hayes y a mí nos tocaba biología. Caminamos por el pasillo principal tomados de la mano, cosa que aunque ya hubieran pasando días desde que habíamos empezado a salir, me daba vergüenza. El chisme de la nueva parejita de Thompson se extendió más rápido de lo que me imaginaba, pero aún así había gente que nos miraba y cuchicheaba mientras pasábamos. A la que más me habría gustado restregarle aquello sería a Claire, pero no me topaba con ella desde hace una semana, aunque tampoco era de importancia. Vi a una de las chicas que solía insultarme y me enrosqué mis dos brazos al de Hayes, atrayéndolo más cerca mío. Sonreí hipócritamente.


–¿Y eso a qué viene?–Cuestionó Hayes mientras seguía aferrada a él.

–Solo marcaba territorio.


Yo cuando quería era una completa perra y aquello me gustaba. A los pocos minutos nos sentamos uno al lado del otro en la antepenúltima fila de la clase. El profesor entró y antes de que pudiera empezar la lección, otro profesor tocó la puerta y lo llamó. El señor Smith parecía algo confundido y el ceño cada vez se le fruncía más y más a medida que el otro hombre hablaba. Poco después los murmullos se habían esparcido por todo el aula y los chismes circulaban. Yo me mantenía observando a nuestro profesor, con Hayes ligeramente inclinado hacia mí desde su silla. La conversación pareció acabar y sorpresivamente el señor Smith me miró a mí. No quería saber en que clase de problema me había metido ahora.


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